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ROBERT BASIC
Miércoles, 6 de septiembre 2017, 02:35
El mercado estival acaba de echar el cierre y por segundo verano consecutivo el Athletic no ha conseguido fichar a nadie. Intentar, lo ha intentado, pero tanto Mikel Merino como Álex Berenguer, sus dos objetivos rotulados en rojo y finalmente borrados, han hecho las maletas ... y se han mudado a Inglaterra e Italia, respectivamente. Ibaigane tenía el sí del extremo y también bastante trabajo adelantado con el mediocentro, harto de su invisibilidad en el Dortmund, pero no pudo concretar las operaciones y los dos jugadores terminaron en el Newcastle y en el Torino. Ya sobre la bocina, el presidente Josu Urrutia adelantó la llegada de Ander Capa, un traspaso que, de todas formas, será efectivo a partir del 1 de julio de 2018. Tampoco puede decirse que hubo que negociar a cara de perro ni enseñar los dientes al Eibar para llevarse a un futbolista que es más del Athletic que el palo de la bandera de Lezama. Es una de esas incorporaciones sencillas selladas por el deustoarra, quien sin embargo ha claudicado cada vez que ha abordado una contratación compleja y en la que había que situarse por encima de los sentimientos para atar a un profesional deseado por otros y convencerle de que elija al Athletic.
En sus más de seis años de mandato, el presidente rojiblanco y su dirección deportiva han firmado a 13 futbolistas y casi todos ellos estaban deseando recalar en el club bilbaíno. Algunos regresaban al equipo en el que nacieron futbolísticamente –Bóveda, Etxeita, Beñat, Herrerín e Isma López, entre otros– y otros respondieron a la llamada porque estaban encantados con la posibilidad de volver a jugar en San Mamés, caso de Aritz Aduriz, o de afrontar un nuevo reto profesional como Raúl García. El mediapunta es precisamente el último fichaje operativo del deustoarra, quien por fin consiguió convencer a un hombre que llevaba tiempo resistiéndose a las ofertas que le llegaban del Athletic. Una incorporación fabulosa, pero que tampoco precisó de negociaciones duras con el Atlético para hacerse con un jugador al que Simeone había comunicado que su cuota de protagonismo sería mínima y que tenía en Bilbao una gran oferta encima de la mesa.
También las contrataciones de Aduriz y de Beñat fueron un acierto y encima ambos deseaban volver a casa. Camino despejado. Ni el Valencia ni el Betis pusieron el grito en el cielo ni se fueron a las barricadas cuando Ibaigane abordó estas dos operaciones, que fueron como la seda y enriquecieron el fútbol del equipo. Urrutia también rubricó sin grandes dificultades los retornos de Bóveda, Iago Herrerín, Mikel Rico, Eraso, Isma López y Etxeita, por quien apostó personalmente, dio dos temporadas a Gorka Elustondo, compró a Kike Sola y a Borja Viguera –dos movimientos hechos con lógica pero que no terminaron de funcionar– y el viernes anunció la inversión de tres millones en Capa.
Todas estas operaciones se desarrollaron en un marco de estricta normalidad y no hubo que romper muros ni resistencias para hacerse con un jugador en concreto. Ellos querían venir y el Athletic quería que vinieran, por lo que las conversaciones se centraban sobre todo en la ficha anual –el club siempre ha sido generoso en este sentido–, la duración del contrato y la cláusula que blindaría al futbolista.
El escenario y los resultados cambiaban radicalmente cuando Ibaigane salía al mercado a por jugadores sin ninguna vinculación con el Athletic y se topaba con clubes que no estaban dispuestos a soltarles o al menos no con rumbo a Bilbao –caso de Osasuna–. Ahí están los ejemplos de Merino y Berenguer, y antes pasó con Illarra, Yuri, Iñigo, Oyarzabal, Bautista y los siempre deseados Monreal y Azpilicueta. Cero de nueve. Pared. Estos traspasos, complejos, le vinieron grandes a Urrutia, quien no consiguió convencer a los jugadores ni romper la resistencia de sus equipos.
Perdidos Merino y Berenguer, el deustoarra anunció a Capa. El portugalujo soñaba con jugar en el Athletic. Solo había que invitarle.
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