![De rojo y blanco (2)](https://s1.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/2024/04/13/opi-laespada-khpB-U2102082199458lNE-1200x840@El%20Correo.jpg)
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Y la emoción se desbordó. Bilbao aún está resacosa, deleitándose con el triunfo, la Copa, con ver de nuevo por la ría la tan ansiada gabarra. Tras varios intentos fallidos, la Copa está en Bilbao. Quiero recordar que, en este entretanto, el Ahletic Club femenino ... ha ganado varias veces la Liga, la última el 2016, y la gabarra no salió. Agravio que, estoy segura, no se volverá a repetir.
El partido se Sevilla despertó en la bilbainía una perfecta comunión con sus colores, con su equipo reforzando el tan conocido fanfarroneo y orgullo de pertenencia. Era complejo conseguir una entrada para La Cartuja; miles de llamadas y búsqueda del 'enchufe'. Triunfo exultante a los poseedores, desgracia penosa a los desposeídos. No importa. 70.000 almas se desplazaron a Sevilla aún sin entrada y engalanaron la ciudad de rojiblanco, acabando con las reservas alcohólico-alimenticias de la capital andaluza. Estupefacción sevillana y Bilbao desbordado de alegría y esperanza colectiva, de locura compartida. La noche del partido cientos de miles de almas vibraron con fuerza por sus colores. Cuando el capitán alzó la Copa del Rey, la emoción colectiva se desbordó. La gabarra volvía a salir.
El Athletic no se discute, se es, se pertenece y eso une a la tribu. Rituales de pertenencia que enorgullecen a la ciudadanía. El sentimiento de diferencia con los otras y otros, y de similitud con los y las propias que crea comunidad, crea identidad. Desde distintas ideologías, desde opciones antagónicas, el Athletic no es de nadie. Es de todas y todos. Así lo viven y lo sienten. Conversaciones entre conocidos y desconocidos, nada más importante, nada más trascendente, breve lapsus sobre las elecciones, una fruslería, ya habrá tiempo, ahora el Athletic.
Y por fin, el triunfo y la experiencia de vivir la gabarra. Miles de solicitudes de días de vacaciones provocando quebraderos de cabeza en recursos humanos; dificultades para retener al personal en su puesto de trabajo. El profesorado ni tan siquiera discute con el alumnado. Día libre y punto. Los municipios ribereños de la ría adornados de rojo y blanco. Sorprende oir a tanta gente acordarse de los suyos que ya no están, nostalgia de quienes se fueron sin vivir el nuevo triunfo. 40 años sin éxitos (masculinos) han sido largos, muy largos.
Jueves a la mañana, banqueros con la camiseta rojiblanca sobre el traje atendían a clientes, camareros, profesoras, sanitarias, policías con lazos, bufandas, camisetas, insignias. Miles fueron a trabajar con los colores del equipo en su vestimenta, sólo hasta mediodía. Orgullo bilbaíno en la piel, en el corazón. Bilbao es una multitud desbordada que vibra por sus colores. Comunión casi total, esa era la meta y lo consiguieron.
Bizkaia se paró la tarde del jueves. Horarios de trabajo adelantados, tareas pospuestas. El viernes Bilbao amanece más tarde, mucho más. Todo justificado, todos entienden.
Todo este despliegue de afición, de pertenecía, de simbología sorprende a los ajenos que contemplan estupefactos la transformación de la ciudad. Hay más aficiones y más intensas pero pocas en las que toda su ciudadanía, sin distinción, se moviliza. Poca gente en Bizkaia se distrajo de la gabarra. Vibraron, cantaron y gritaron con su equipo, todos juntos, identificados. Muchos años sin triunfos justifican la alegría, pero sobre todo en una ciudadanía que necesita simbolismos de unidad en su diversidad. Una sociedad que ha sangrado por sus heridas las brechas identitarias precisa de elementos de unión. En sociedades complejas con diversos referentes de pertenencia, el fútbol de sentimiento se erige como símbolo común, la casa donde todos se encuentran.
*Curiosamente en mayo de 2009, hace ya 15 años, escribí un artículo muy similar. Entonces el triunfo no llegó y vivimos una serie de años de llegar y no alcanzar. Esta vez sí, hemos alcanzado la gloria.
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