La tercera oportunidad
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Aprobar los nuevos Estatutos del Athletic será complicado, pero la introducción en ellos del sufragio universal sitúa a los compromisarios en una tesitura desconocidaEl próximo lunes, el Athletic dispondrá de su tercera oportunidad de renovar los Estatutos del Club, que datan de 1999. Como es bien sabido, los dos anteriores proyectos de reforma fueron rechazados de forma abrumadora por la asamblea de compromisarios. El primero se quedó en ... un 26% de los votos afirmativos y el segundo en un 41% cuando la victoria -llamémosla así- estaba situada en el 66%, es decir, en dos tercios de los votos emitidos.
Con estos resultados, cualquier observador externo que no estuviera al tanto de las interioridades rojiblancas llegaría a la conclusión de que aquellos eran dos proyectos endebles, carentes de rigor e incapaces, por tanto, de suscitar el apoyo necesario. Nada más lejos de la realidad. Las propuestas que presentaron en 2011 y 2014 las dos comisiones redactoras -ambas plurales y muy cualificadas- eran objetivamente mejores que los Estatutos vigentes y, desde luego, más adaptados a los tiempos. El problema es que nunca tuvieron posibilidades de ser aprobados. Siempre estuvieron condenados al fracaso.
De hecho, se hace imposible recordar las exposiciones que hicieron en su día Mario Fernández y Vicente Arenal sin sentir un cierto malestar retrospectivo. Que dos personas de ese calibre profesional hablaran para sordos, para un público que mayoritariamente no estaba dispuesto a escucharles, nos resultó a muchos un espectáculo descorazonador. Nunca es agradable observar los esfuerzos baldíos. Los de nadie. Pero todavía menos los de personas muy cualificadas que habían hecho esos esfuerzos 'gratis et amore', por su devoción por el Athletic.
La condena al fracaso, por supuesto, estaba escrita en ambos casos con la misma letra. El quid de la cuestión, el escollo insuperable, residía en los artículos relativos a la condición de compromisario. En el proyecto de 2011 se planteaba la designación por sorteo entre los socios que quisieran serlo y en el de 2014 se reducía a tres la firmas necesarias para acceder a esa condición. Los compromisarios se negaron en redondo, como estaba previsto. A fuerza de años se habían convertido en una especie de gobierno en la sombra y no estaban dispuestos de ninguna manera a perder su poder, su enorme capacidad de influencia, su posición de privilegio. Esta era la realidad, por mucho que algunos -sucede siempre con las realidades poco edificantes- se esforzaran en disimularla de una forma burda: poniendo el acento de su crítica y la justificación de su voto negativo donde no estaba.
Es difícil saber lo que ocurrirá en la asamblea del lunes. Ese 66,7% -Aner Uriarte suele precisar el porcentaje incluyendo el decimal- es la cara sur del Annapurna. Hace unos meses, sobre todo cuando la asamblea golpeaba con más fuerza en el hígado de la actual directiva, hasta el punto de obligar a Elizegi a anunciar que no se presentaría a la reelección, que se aprobasen los nuevos Estatutos se antojaba una misión imposible. El trabajo de más de dos años de la comisión redactora parecía destinado a ser un nuevo volumen, el tercero en una colección con visos de seguir ampliándose, de las 'constituciones' rojiblancas fallidas.
El paisaje, sin embargo, ha cambiado tras la presentación el viernes del proyecto redactado por Ana Urquijo, Aner Uriarte, Josu Arteta y Gorka Cubes con el apoyo del presidente del club. Por dos razones. La primera es la calidad del texto presentado. Son unos estatutos sensiblemente mejores, más completos, actualizados y modernos que los actuales. No hay comparación posible. Por supuesto que incluyen artículos discutibles, pero eso es algo inevitable. No existe ninguna constitución que produzca unanimidad. Se vota una totalidad, el bien mayor.
Alguien dirá que los anteriores proyectos también eran mejores y se estrellaron como el coyote en sus persecuciones al correcaminos. Es verdad. La diferencia es que ahora hay una segunda razón potente que puede cambiar las cosas. O desde luego tener mucha influencia en la votación. Se trata de ese nuevo órgano, posible gracias a las nuevas tecnologías y la digitalización, que es la asamblea plenaria. Su creación supone la introducción del sufragio universal entre los socios en las grandes cuestiones del club y sitúa a los compromisarios en una tesitura nueva, desconocida para ellos. Y es que votar en contra de estos Estatutos supondría directamente negar a los nueve socios que les han dado su firma la posibilidad de votar en esas grandes cuestiones, algo que no parece nada fácil de explicar por parte del compromisario y todavía menos de aceptar por parte del firmante. Veremos lo que sucede.
Ayer, en su presentación, el candidato Ricardo Barkala no quiso pronunciarse ni a favor ni en contra del nuevo texto. Para no influir en los votantes, aseguró. La paradoja resultó muy llamativa en alguien que iniciaba una campaña electoral, cuyo objetivo no puede ser otro que influir en los socios para que le voten como presidente del club que se regirá por esos mismos estatutos. Pero, en fin, son cosas del Athletic.
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