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Fue hace justo un año, en la jornada 30, tras un triste 0-0 en San Mamés ante el Alavés, cuando comenzamos a hablar con preocupación del problema del Athletic con los empates, que empezaban a sentarle a Marcelino como a Mortadelo y Filemón los ... experimentos del doctor Bacterio. Aquella era la cuarta igualada consecutiva del equipo y habría de llegar una quinta la semana siguiente, también sin goles, ante el Betis en el Villamarín. El resultado de estos resultados, y valga la redundancia facilona, fue la pérdida de todas las opciones europeas de los rojiblancos, que cayeron hasta esa tierra de nadie, donde no hace ni frío ni calor, que se extiende entre los puestos décimo y duodécimo de la tabla.
Esta temporada el virus de la 'empatitis' volvió a afectar al Athletic en la primera parte de la temporada. El 6 de diciembre, hizo tablas sin goles en el Coliseo Alfonso Pérez y fue obligatorio hacer cuentas. Básicamente, una muy fácil y llamativa: los rojiblancos habían empatado la mitad de sus partidos de Liga, 8 de 16, lo que les situaba en la línea del Ecuador de la clasificación junto a Osasuna. Aquello empezaba a parecer una maldición, pero los rojiblancos, imprevisibles en tantas cosas, de repente dejaron de empatar sin que nadie supiera muy bien el motivo. En las siguientes doce jornadas sólo cosecharon una igualada, ante el Alavés el pasado 9 de enero. El resto, en una sucesión de destellos y apagones, como señales nocturnas entre un barco de contrabandistas y sus compinches en la costa, fueron victorias (6) y derrotas (5).
El virus parecía haberse desvanecido, pero volvió ante el Getafe en San Mamés y apareció de nuevo el sábado en el estadio de La Cerámica. Lo cual nos obliga a encender de nuevo las alarmas de cara a este sprint final de la Liga. Y es que los empates, sencillamente, son una decepción. Desde luego, no sirven en la carrera por la Conference, esa competición en la que los rojiblancos deben de poner los cinco sentidos mientras tengan una sola oportunidad de disputarla. Que ojalá sea la última jornada de Liga y no se desvanezca de una forma abrupta el próximo 23 de abril con la victoria del Valencia en la final de Copa. Dicho de otro modo, más claro y expeditivo: el Athletic tiene que ganar los dos próximos partidos ante el Celta y el Cádiz a la espera de lo que suceda en La Cartuja.
Veremos si lo hace porque, en realidad, la frecuencia de los empates del equipo de Marcelino -esta temporada sólo el Cádiz le supera en esa faceta y la pasada sólo le superaron el Levante y el Valladolid, que se fue a la tumba debido a ese montón de equis en la quiniela- no es algo casual. Digamos que tiene una explicación directamente relacionada con la dificultad enfermiza que tienen los rojiblancos para convertir en gol sus ocasiones. Sólo hay tres equipos que rematan más que el Athletic -el Real Madrid, el Barcelona y el Betis-, pero no hay ninguno que desperdicie tantas oportunidades; algo que tiene que ver con la naturaleza de sus jugadores de ataque.
No hay ningún goleador en la plantilla y sólo hay un delantero centro específico -Villalibre- al que Marcelino no da ninguna bola. Fue realmente extraño que el 'Búfalo' no saliera unos minutos en Villarreal. Como lo es que el técnico de Careñes no se haya decidido nunca -Gaizka Garitano lo hizo varias veces con diferentes resultados- a probar como pareja de ataque en su innegociable 4-4-2 a Villalibre como ariete y a Iñaki Williams a su lado haciendo lo que sabe hacer y no obligado a hacer lo que no sabe. De que el Athletic afine su puntería en esta última recta va a depender en gran medida su clasificación. Al final, en el fútbol goles son amores. ¿O alguien cree que es una casualidad que la última temporada en la que Aduriz ofreció grandes números en la Liga -la 2016-17- haya sido la última en la que los rojiblancos se clasificaron para Europa?
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