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La cita con Xabi Etxeita es en un parque de Amorebieta. Hace sol, buena temperatura, y el central propone conversar en un banco. Así de sencillo, como es él: cercano, natural, amable. Llega puntual con una camiseta del Amorebieta en la mano, por si fuera ... necesario para las fotos. Siempre responsable y previsor. El hombre que jugó siete temporadas en el Athletic y pasó por Cartagena, Elche, Huesca, Getafe y Eibar ha decidido acabar en su casa, de azulón. Este es un recorrido por la carrera y la vida de un profesional honesto, al que jamás se le ha visto protestar, poner mala cara o quejarse por no tener minutos. «Siempre he sentido que vivir del fútbol es un premio para mí».
– Cierra el círculo donde empezó todo, en el Amorebieta.
– Siempre he pensado que debería terminar en el Amorebieta. No lo he tenido claro hasta el último momento, pero no podía decir que no al 'Amore' por todo lo que me ha dado, por lo que he aprendido aquí y por la gente que hay en el club. Soy de aquí, conozco a todo el mundo... No me sentiría plenamente realizado si no hubiese venido.
– Podía haberse ido a otro sitio.
– Sí. Pero empezar en el 'Amore' y terminar en el 'Amore'... Si no hubiese sido así, no me sentiría a gusto conmigo mismo. Tenía otras cosas para salir fuera y a categorías superiores. Me ha pasado algo que pensaba que nunca me iba a pasar: siempre he trabajado con la idea de competir al máximo nivel, mejorar y ser ambicioso. Ahora, no sé si por edad, trayectoria o circunstancias familiares, me ha faltado ese aliciente y me ha hecho reflexionar.
– Era el momento.
– Sí. Ves cómo ha ido tu trayectoria, la edad. He tomado la decisión de cerrar el círculo.
– ¿Cómo era su infancia en el pueblo?
– Tranquila. Con los amigos en la ikastola, jugando. Si no era el balón era la bici. Siempre me ha gustado el deporte. Era un niño inquieto, jugando todo el rato.
– ¿Cómo se enamoró del fútbol?
– Poco a poco. Ha sido un proceso. El fútbol siempre me ha gustado, verlo y jugarlo. Fue algo progresivo. Me veía cada vez mejor, destacando. Siempre he sido muy competitivo; en todo, fundamentalmente en el deporte. Me gustaba mucho andar en bici, jugar a la pelota, pero en el fútbol es donde más identificado me sentía con mi personalidad.
– ¿Había años en los que metía goles o fue defensa siempre?
– Siempre he relacionado el fútbol con goles. ¡Nos pasa a todos! En el primer año del Bilbao Athletic jugué de mediocentro; de 'seis' y de 'ocho' con llegada. Cuando debuté en Urritxe con 16-17 años jugaba de centrocampista y hasta escorado un poco a la banda. El que me propuso jugar de central fue Kike Liñero, en mi segunda temporada en el Bilbao Athletic. No me agradó.
– ¿Nada?
– No, porque relacionaba el fútbol con goles y llegar arriba lo máximo posible. En principio fue duro, pero luego vi que para jugar en el fútbol de élite tenía mejores condiciones como central. Me adapté rápido.
– ¿Quién fue el primero en decirle que valía?
– No sé si me lo han dicho. En mi cabeza siempre estaba la idea de mejorar, de llegar al máximo nivel. Ni en mis mejores sueños me hubiese imaginado poder jugar en el Athletic los años que he jugado y conseguir lo que he conseguido. Con 16 años, los chavales salían de juerga y tenían otras cosas. Yo no. Me gustaba el fútbol y quería progresar.
– Hablando de los chavales: ya nadie juega en la calle. ¿Le da pena?
– Sí. Muchísima pena. Mi hijo mayor tiene ocho años y está con el tema del fútbol, quiere jugar. Salgo con él al parque y veo a chavales de 10 u 11 años sentados en círculo con el móvil o las maquinitas. Una pena.
– Llegó a Lezama con 18 años. ¿Quién le captó?
– No lo sé. Tuve diferentes pruebas en categorías inferiores. En el Amorebieta, con 16-17 años jugando en Tercera, empecé a destacar un poco y me llamaron.
– ¿Cómo recuerda esa llamada?
– No sé si decirle que es la mejor noticia que he tenido en el mundo del fútbol. Siempre he estado ahí, al límite. Me llevaban a pruebas y no me cogían. Era mi principal objetivo. La llamada de Lezama fue la mejor noticia.
– Soñaría con jugar en el Athletic, ¿cómo fue hacerlo realidad?
– Muchas veces pienso en ello. Empiezo a recordar y me digo a mí mismo: 'Lo he conseguido'. Es como si te metes en un sueño y aún no has despertado.
– Estuvo tres años en el filial y luego dio el salto al primer equipo. Estaba Caparrós.
– Nos llevaban unos cuantos a entrenar. Ves a gente que veías en la tele y dices: 'Buah, es muy difícil estar a su nivel'. Pero te das cuenta de que puedes competir, de que estás ahí y te vienes arriba. A Joaquín (Caparrós) le conocemos todos. Es un motivador. Te involucra en el equipo. Entrar en el vestuario del Athletic fue importante para mí, algo especial.
– Llamaba la atención su actitud. Siempre era la misma, tanto si jugaba como si no: buena cara, trabajo, ninguna queja y darlo todo sin importar qué pasaría el domingo siguiente. Nunca se enfadaba.
– No, porque siempre he sentido que poder vivir del fútbol es un premio para mí. He soñado con ello y lo he conseguido, de ahí que estuviera agradecido. Agradecido tanto a entrenadores que me han puesto y a los que no me han puesto. Lo que tenía que hacer era trabajar en el día a día para estar siempre preparado.
– Lo hacía cuando sabía que no iba estar el fin de semana.
– Y lo seguiré haciendo en todos los aspectos de mi vida. Lo tengo interiorizado. Soy así. El día que deje de jugar me meteré en la cabeza que tendré que correr no sé cuántos kilómetros y lo haré. Lo llevo dentro.
– Tuvo que salir al Cartagena y luego al Elche para regresar al Athletic. ¿Qué aprendió fuera de Lezama?
– Muchísimas cosas. Te metes en vestuarios donde el objetivo principal de cada uno es el suyo mismo. No es el colectivo. Cosa que en el Athletic es bastante diferente. Somos todos parecidos, de aquí, y queremos que gane el Athletic. Cuando te metes en un vestuario con argentinos, uruguayos, ghaneses...
– Cada uno va a lo suyo.
– Cada uno va a lo suyo y tienes que saber adaptarte a la situación. Si no, te pasan por encima.
– ¿Y cómo lo hace una persona que viene del Athletic?
– No te queda otra. Si no lo haces, te comen. Tienes que intentar imponerte a ellos en el día a día, entre semana, y cuando llega el fin de semana demostrar con ellos que puedes seguir jugando.
– Después de hacerlo muy bien en el Elche volvió y no jugaba. Nada. Permaneció tranquilo. Al año siguiente sumó mucho minutos y luego aún más. ¿Tiene una mentalidad de acero?
– No, aquel año lo pasé muy mal. Venía de hacer una temporada muy buena en el Elche y me quería comer el mundo. Tuve ofertas de otros equipos y aún así decidí volver al Athletic pese a que deportivamente regresar a casa no era la mejor opción para mí.
– Le dieron tres partidos.
– Sí, tres, y dos de ellos fueron al final de temporada. Tenía la ilusión de demostrar al entrenador que estaba preparado. Martes, miércoles, jueves... No tenía premio. Venga, a por la semana siguiente. Así era el día a día.
– ¿No se vino abajo?
– No, porque no me quedaba otra. Tenía 24 o 25 años y me decía: 'Tengo que seguir'. Y seguí.
– Así jugó y ganó aquella Supercopa de 2015 ante el Barça.
– No entraba ni en mis sueños ganar un título con el Athletic. Hay gente que dice que no tiene valor. Para mí, sí. Aquella vivencia fue increíble. El partido de San Mamés fue una pasada. Y el recibimiento con nuestra gente, en el Ayuntamiento, fue especial.
– ¿Cómo era su relación con Ernesto Valverde?
– Como la de la mayoría de los jugadores. Normal, honesta. Ernesto nos decía que lo más difícil para él era la relación con el jugador. Tiene que gestionar una plantilla, diferentes personalidades. Tampoco se involucraba mucho en el aspecto personal. Eran relaciones normales y buenas.
– Salió del Athletic para irse al Huesca y al Getafe, y luego fue al Eibar y ahora al Amorebieta. ¿Cómo es su relación con el fútbol? ¿Se quieren, se odian...?
– Lo veo diferente si lo veo o lo juego. He tenido épocas cuando estaba bien y jugaba, y lo disfrutaba; y cuando no estaba tan bien o tenía una gran presión por un partido te decías: 'Dónde me he metido'. Pero le debo todo al fútbol. Es y va a ser una gran parte de mi vida. Y cuando termine mi etapa de jugador lo seguirá siendo porque me sentiré futbolista toda la vida.
- ¿Suele ir a San Mamés?
– Sí, soy socio. Suelo ir con mi hijo o con mi mujer. Me gusta ir para ver al equipo. Últimamente hay un ambiente muy bonito.
– ¿Qué siente en el campo? ¿Nostalgia, envidia...?
– Siento que sigue siendo mío. Sigo formando parte del Athletic. A veces llego un poco antes al campo, cuando calientan los jugadores y luego suena el himno. Todavía hay un poco de envidia (risas).
– ¿Le sorprende lo que ve de momento?
– No demasiado. Los que conocemos a Ernesto sabemos que es un valor seguro. Con la plantilla que tiene, es un entrenador muy inteligente y le sacará partido. Lo está haciendo bien.
– ¿Cuál ha sido su mejor momento en un campo de fútbol?
– Muchos. Me viene a la cabeza el momento en el que ascendimos con el Elche, cuando ganamos la Supercopa, goles importantes, como el primero que metí contra el Atlético. No se me olvida. O el que hice en la Copa ante el Espanyol. Son momentos únicos. Liberas un montón de tensión y adrenalina.
– ¿Y el peor, el más triste?
– También hay muchos, Momentos en los que te lesionas. Ves que puedes perder un tren. O cuando descendimos con el Huesca.
– ¿Un delantero que le volvía loco?
– Lo he pasado mal con muchos. De los últimos, Lukaku. En el partido contra el Inter me pasó por encima. Me ganó todas. Lo pasé mal en aquel partido.
– ¿Un compañero con el que iría al fin del mundo?
– Muchos. Me quedo con Carlos Gurpegui.
– Si tuviera una segunda oportunidad, ¿qué jugada o partido cambiaría?
– Estoy seguro de que cambiando dos o tres cosas puntales mi trayectoria hubiera cambiado. Estoy convencido. El fútbol son pequeños detalles. Si no llego a meter aquel gol en Almería vete a saber lo que hubiese sido de mí. ¿Y al revés? Cambiaría alguna anchoa que hice. Ha habido unas cuantas por ahí.
– ¿Qué hará cuando el balón deje de rodar?
– Le he dado muchas vueltas. No lo sé. Estaré relacionado con el fútbol porque me apasiona.
– ¿Como entrenador?
– Conozco a entrenadores que habían sido futbolistas y su personalidad cambia. No es nada fácil. Se comen mucho la cabeza y dan muchas vueltas a la situación. Tendría que probarlo para saber si me gusta. Tengo el título universitario de director deportivo. Veremos.
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