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Igual es que tampoco somos tan distintos. Desde que el fútbol ha entrado en esta espiral obscena de sueldos desmesurados (el mercado, dicen), nuestros jugadores han ido dejando en segundo lugar su inmenso amor a los colores y han comenzado a preocuparse más por esas ... suculentas ofertas que alegran la cartera y ayudan a moldear un poco -al estilo de Groucho Marx-, los en apariencia tan intocables principios de los que hace gala cualquier seguidor del Athletic que se precie. Por otro lado, los días y las horas intempestivas en las que se juegan los partidos (el mercado, dicen) han ido retrayendo el número de espectadores, que tampoco acaban de animarse como en el viejo San Mamés, faltos ahora de un núcleo potente que empuje a las gradas.
Aunque tampoco resulta fácil animarse con el juego que se nos ofrece en los últimos meses, ese juego que no sabes con certeza ni dónde empieza ni dónde acaba, si es que empieza o acaba en algún lado. Pelotazos aparte. Por si fuera poco, aunque no hace mucho se veía un poco raro esto, hoy en día te encuentras en la calle a niños, ¡ay!, jugando con la camiseta de Ronaldo y de Messi, dos extraordinarios futbolistas. Tan extraordinarios como tramposos, que, como ganan mucho, no han dudado en defraudar a Hacienda para poderse pagar el pisito (el mercado, dicen). Para colmo, una inexplicable y torpe política de comunicación o de falta de ella (no sé si también es el mercado) por parte del presidente Urrutia ha ido erosionando y mitigando de forma lenta pero constante esa identificación planetaria con nuestros colores rojiblancos. Mal andamos si para defender nuestras esencias lo mejor que se nos ocurre es alejarnos de los medios, de la gente y de los socios, merecedores siempre del mayor de los respetos. Esperábamos otra cosa. Es como si al final todo haya ido quedando cada día un poco más lejos.
Nos tenemos que ir haciendo a la idea de que nuestro equipo no es aquel que sorprendía ganando ligas y copas como quien no quiere la cosa. Ya no es así. Equipos que al menos en apariencia son mucho más modestos nos acaban sacando los colores. En varias ocasiones hemos andado en la cuerda floja, me caigo no me caigo, y de tanto ir a por agua el cántaro puede acabar rompiéndose. Así que quien asuma la presidencia se va a enfrentar con un reto de calado. Es cierto que si la pelota entra al fondo de la red todo se soluciona. Pero, ¿y si entra tan poco como hasta ahora? No va a resultar fácil cuadrar los números, porque nuestros jugadores son afortunados herederos, y creo que en esta ocasión la expresión se ajusta a la realidad como un buen guante a la mano, son afortunados herederos, digo, de las consecuencias de eso que se llama 'nuestra filosofía', que los convierte de forma automática en firmantes de unos contratos que fuera de aquí jamás los verían ni en sus mejores sueños. En los últimos años ese hecho ha introducido otra variable muy peligrosa para conducir el club, porque la nueva junta va a estar atada de pies y manos por los sustanciosos pagos que tiene que afrontar en los próximos años para pagar las nóminas, y va a tener que hacerse cargo de un futuro lleno de incógnitas. Tampoco en esto se entienden las prisas que ha tenido la junta gestora por firmar renovaciones millonarias por jugadores que con demasiada frecuencia están en el banquillo, cuando debía limitarse a pagar la luz y asegurar el mantenimiento de la hierba en Lezama. Salvo que sea una bilbainada.
¿Quiere esto decir que el futuro pinta negro? No lo sé, pero desde luego vamos a sufrir. Hay que salir como sea del agujero, rugiendo y dejando las florituras para mejor ocasión. Y pensar luego, si el cuerpo coge altura, en lo que pueda suceder a medio plazo. No tengo duda de que los jugadores y el entrenador tienen calidad suficiente para sacar la cabeza, y aunque lo pasaremos mal, soy optimista. Siempre hay futuro. Pero en las nuevas condiciones en las que se desarrolla el deporte, las referencias de la gente, mucho más abundantes y poliédricas que hace unos años, cambian con extraordinaria rapidez: me temo que para muchos ya no todo comienza y acaba con «Athletic gorri ta zuria, danontzat zara zu geuria». Salvo que quiebren y revienten de una vez las operadoras que se hacen con los derechos de transmisión televisiva -lo que sería para mí una de las mejores noticias del año- y todo vuelva a canales de comportamiento un poco más aceptables, esto ya no va a ser lo que era. Habrá que ampliar el caladero de posibles jugadores en este mundo tan globalizado, la nueva junta deberá volver sus ojos a la afición, habrá que recordar en los entrenamientos aquella charla de Bielsa que hablaba de mimos, habrá que hacer algo, en fin. Habrá que acabar también con ese sistema, tan antidemocrático, que hace que solo quienes tengan acceso a enormes recursos económicos puedan postularse como candidatos a presidir el club. Así es difícil crear afición. Confío en que quienes se presenten a las elecciones tengan las cosas claras en estos puntos.
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