Demasiado ruido
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Ya va siendo hora de que alguien ponga orden en el club y se recupere la discreción de la que siempre ha hecho gala el AthleticUna cosa es que el Athletic traslade sus novedades a los aficionados a través de los medios y otra muy distinta que periódicos, radios y televisiones sean el vehículo de la comunicación interna del club, o sea, que jugadores y técnicos se envíen recados usando ... la sala de prensa como caja de resonancia. De pronto el Athletic ha pasado de ser una institución hermética de la que nada trascendía al exterior a convertirse en un guirigay.
El último episodio lo han protagonizado Unai Núñez y Raúl García. El primero interpretando un nuevo capítulo del que ya es su personal culebrón y el segundo explicando clarito y por su orden, que diría aquel, en qué consiste ser un profesional del fútbol. En realidad, ha habido un tercer protagonista, un anónimo portavoz del club que ha terciado para negar las pretensiones del defensa, a quien hemos convenido en denominar 'Ibaigane', como Woodward y Bernstein llamaron 'Garganta profunda' a aquel tipo misterioso que les contaba las cosas del Watergate en un aparcamiento. Ningún portavoz oficial, en cualquier caso.
Llueve sobre mojado, tanto en el asunto de Núñez como en la ya célebre cuestión de la comunicación de este club. Porque la semana pasada vivimos otro episodio de sala de prensa convertida en mensajería. Entonces fue Garitano quien se sirvió por segunda vez de los medios para volver a pedir públicamente fichajes al club, aunque fuera recurriendo a la elipsis.
Tanto si estas cosas están habladas de antemano en privado y la utilización de los medios sea una forma de aumentar la presión, como si los mensajes se lanzan sin previo aviso y como una pedrada, el camino que han elegido unos y otros no beneficia en absoluto al Athletic. Se proyecta una imagen de desbarajuste interno que no presagia nada bueno al aficionado observador. Que sea una imagen habitual en otros pagos no puede servir de consuelo ni de justificación.
De todas formas no se puede medir con el mismo rasero la exigencia manifestada por un futbolista aconsejado al parecer por el enemigo, que la petición del entrenador, que ocupa un peldaño superior en el escalafón y a quien se le supone coordinado con los máximos responsables del club.
Que un entrenador pida fichajes es propio de su naturaleza. No se sabe de ningún técnico que diga que no necesita refuerzos. Pregúntenle a Guardiola, por ejemplo, y seguro que responde que le urgen un par de fichajes para su City. Pero que los pida en público, cuando el director técnico, Rafa Alkorta, ha anunciado que el club no está por la labor de tocar a futbolistas con contrato en vigor, proyecta la imagen de un cortocircuito en la comunicación entre ambos.
Si en el plano del funcionamiento interno la cosa no tiene un pase, como estrategia negociadora es sencillamente demoledora. Uno no puede evitar la imagen del responsable del Torino sentado en un sillón frotándose las manos a la espera de una llamada desde Bilbao, porque las circunstancias del mercado y las peticiones públicas del entrenador convierten al Athletic en lo más parecido a un cliente cautivo del equipo italiano.
Ya va siendo hora de que alguien ponga orden en el club zanjando de una vez este sinsentido y recuperando la discreción de la que siempre ha hecho gala el Athletic. Hay demasiado ruido alrededor del club, un ruido que perturba al entorno y distrae e impide concentrarse en lo fundamental a los que deben hablar en el césped. Se van a hacer largas estas dos semanas sin competir.
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