Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
«Roma es un barrio d Bilbao» se convirtió por un día en la canción de moda en la capital italiana. No era una final, ni siquiera un partido decisivo de eliminatoria. Era el primer compromiso de la fase de grupos, pero dio igual. Y una vez más la hinchada rojiblanca realizó una demostración de poderío. Dos mil seiscientos seguidores acompañaron al Athletic a Roma, a 1.300 kilómetros de Bilbao en línea recta. La Real Sociedad, por ejemplo, apenas desplazó la víspera a 180 a Niza, a 750 kilómetros. Una jornada redonda si no fuera porque un grupo de aficionados radicales exhibió y lanzó bengalas dentro del estadio. Un gesto inadmisible que provocó que tanto Ernesto Valverde como Iñaki Williams y Óscar de Marcos se encararan con ese sector de la grada rojiblanca.
Hasta ese momento la capital italiana había vibrado en rojo y blanco. Las calles del Trastévere, el populoso barrio situado al otro lado del río Tíber, fueron el epicentro de la hinchada. La Via del Vantaggio se convirtió en el Pozas romano.
Los hinchas llegaron por todos los medios: aviones, coches, autocares como los de la Peña Deusto y hasta por BlaBlaCar. Y se presentaron desde todos los puntos de Europa. Elleón belga aterrizó desde Bruselas para encontrarse a la puerta del estadio con el disgusto de que la Policía le requisó su careta. Jóvenes estudiantes de Erasmus llegaron desde Copenhague y Amsterdam como Ibai de Miguel y Unai Menika, de Sopela, y Eneko Jauregi, de Bilbao. «No nos lo podíamos perder».
Roma acogió de buen grado a los hinchas rojiblancos. Sólo se produjo un incidente cuando la víspera del partido radicales del club local quitaron unas camisetas a un padre y a sus hijos. La Ertzaintza envió a dos agentes para atender las cuestiones de seguridad, como suele ser habitual en este tipo de compromisos europeos. La Policía romana se quedó sorprendida por el tono festivo de los seguidores bilbaínos. «Es un ambiente magnífico, sin incidentes», elogiaban varios agentes.
Los hinchas fueron en kalejira desde la zona de ambiente hasta el punto de encuentro marcado por la Guardia italiana. Desde allí se acercaron hasta el estadio en autocares gratuitos. Todo era una fiesta. Hasta que los radicales hicieron de las suyas en el estadio Olímpico. Pero esa es otra historia. Triste historia.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Noticias recomendadas
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.