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JON AGIRIANO
Domingo, 4 de febrero 2018
Hubo este domingo una primera reacción instintiva y casi unánime de los aficionados del Athletic tras contemplar el infame partido de su equipo en Montilivi, donde cayó por 2-0 y dio una imagen patética. Fue la de consultar a toda prisa la clasificación para ... constatar que sí, que los rojiblancos tienen 27 puntos y les separan 10 del descenso. ¡Menos mal! Era necesario ese alivio estadístico para digerir una realidad de lo más indigesta: la de que el Athletic es un equipo a la deriva, rayano en la indigencia futbolística, cuyo único objetivo es la salvación. Sumar como sea 15 puntos más, bajar la persiana y pensar en un nuevo proyecto para la próxima temporada. De esto se trata. Pensar en algo más sugerente no tiene ningún sentido en un equipo al que no se le recuerda un nivel tan pobre desde los años funámbulos del bieno negro. Con el agravante añadido, por supuesto, de que entonces la plantilla era muy inferior y sus mejores jugadores no tenían, ni de lejos, los «pedazo contratos» de los actuales.
Girona
Bono; Pablo Maffeo, Jonás Ramalho, Bernardo Espinosa, Juanpe, Johan Mojica; Pere Pons, Àlex Granell, Borja García (David Timor, m.83), Portu (Aleix García m.89); y Cristhian Stuani (Michael Olunga, m.80).
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Athletic
Iago Herrerín; Íñigo Lekue, Yeray Álvarez, Unai Núñez (Aritz Aduriz, m.61), Íñigo Martínez, Andoni López; Beñat Etxebarría (Markel Susaeta, m.61), Mikel Rico, Ander Iturraspe; Raúl García y Iñaki Williams.
Goles 1-0, m.6: Cristhian Stuani (p). 2-0, m.64: Cristhian Stuani.
Árbitro José Luiz Munuera Montero (Colegio andaluz). Amonestó al local Pablo Maffeo (m.46) y al visitante Unai Núñez (m.57).
Incidencias Partido correspondiente a la vigesimosegunda jornada de LaLiga Santander, disputado en el Estadio Municipal de Montilivi ante 9.602 espectadores.
Fue una tarde negra que, sumada a la vivida ante el Eibar en la jornada anterior, dibuja un paisaje tristísimo. Si ya dio mucha pena ver la superioridad del equipo de Mendilibar en San Mamés, dio grima comprobar la diferencia abismal entre el Girona de Machín y el Athletic de Ziganda. Abismal en lo que se refiere a la madurez del proyecto, a la claridad de los conceptos, a la confianza de los jugadores en su estilo y en el librillo de su entrenador. Se vio un choque de equipos antagónicos. Certezas contra dudas. Previsión contra improvisación. Confianza contra desconfianza. El contraste fue tan doloroso desde la perspectiva rojiblanca que a nadie pudo extrañar que la continuidad de ‘Cuco’ se convirtiera en el gran debate en todos los mentideros rojiblancos. Tras dos semanas frenéticas pendientes de Williams, Kepa, Laporte e Iñigo Martínez, el foco de interés cambió de dirección y se centró en el banquillo del Athletic.
Los rojiblancos estrenaron armadura aprovechando la visita a Montilivi. A Ziganda, por lo visto, no le servían ante el Girona las que había utilizado en las 21 jornadas anteriores y se decantó por un viejo modelo, en desuso desde hace bastante tiempo en el club. Defensa con tres centrales y dos carrileros, tres medios y solo dos jugadores estrictamente ofensivos, Raúl García y Williams. Aduriz se quedó en el banquillo. La apuesta del técnico navarro no era fácil de entender, por mucho que en la sala de prensa asegurara que sus púpilos tenían ganas de probar algo nuevo y jugar así. Pues no lo sé, oiga. Que después de seis meses de trabajo, uno considere necesario un cambio de este tipo -y más teniendo que hacer debutar a dos jugadores (Andoni López e Iñigo Martínez) y casi a un tercero (Yeray)- es como para temerse lo peor. ¿Necesitaba un nuevo guión un equipo que desde agosto no había podido memorizar ni cuatro frases? ¿No era demasiado riesgo? Aun así, hubo algo mucho peor que la temeridad de la variación repentina de sistema. Fue la cabezonería letal de mantenerlo durante una hora contra toda la lógica. La lógica de los hechos, se entiende.
El desastre del Athletic lo fue desde el pitido inicial. Seguro que los ha habido, pero la verdad es que no me viene a la cabeza un precedente de confusión e incomodidad semejante de este equipo con un esquema. Fue comenzar el balón a rodar y hacerse todos un lío morrocotudo. Hubo situaciones que hubieran parecido cómicas si no fueran tan indignantes: jugadores que, de repente, se encontraban como un esquimal en lo alto de un cocotero, en posiciones tan extrañas para ellos que no sabían ni lo que hacer. A algunos solo les faltó encogerse de hombros o sentarse en el césped componiendo el gesto de ‘El pensador’ de Rodin. El desaguisado era evidente y que Ziganda lo mantuviera cuando el Girona se adelantó en el minuto 7 tras un penalti tontorrón del debutante Andoni Lópéz sobre Maffeo resultó incomprensible.
Los rojiblancos, sencillamente, terminaron haciendo el ridículo ante un rival bien puesto que no tuvo ningún problema en ceder la posesión. Y es que para el Athletic el balón era un problema. Ver a Núñez teniendo que sacarlo una y otra vez, mientras sus tres centrocampistas, sobre todo Iturraspe y Beñat, no sabían ni colocarse para recibir, hacía daño a la vista. Pero así continuó la tropa de Ziganda, que solo en el minuto 42 y en el 44, en un disparo ferua de Williams y en un chilena de Iñigo Martínez al larguero, creo algo de peligro en la portería de Bono. Fueron las únicas ocasiones y también las últimas. Y es que, en la segunda parte, lejos de corregirse, el Athletic continuó por los mismos derroteros, que solo le conducían al abismo.
El Girona, que ya había podido marcar en el minuto 37 en un zapatazo tremendo de Maffeo al larguero, volvió a encontrarse con el travesaño en un cabezazo de Stuani en el minuto 59. A Ziganda le sonó entonces la alarma de los cambios y dio entrada a Aduriz y Susaeta en lugar de Beñat y Núñez. El problema es que el Girona marcó enseguida el 2-0. Lo hizo Stuani, quién si no, tras un gran centro de Portu y una mala defensa del Athletic. Y el bajonazo del Athletic era tal que no fue capaz ni de asomar la cabeza. Ni de tirar entre los palos, para que se hagan una idea.
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