El Athletic vuelve este sábado a Logroño veintiocho años después de su última visita para disputar la ronda de dieciseisavos de Copa. Casi tres décadas han sido tiempo suficiente para que este regreso sea un viaje a un pasado desaparecido. Ni la Unión Deportiva Logroñés ... actual es aquel Club Deportivo Logroñés que militó en Primera y desapareció devorado por las deudas, ni el nuevo Las Gaunas es el viejo campo que estaba justo al lado del actual, del que el Athletic que entonces dirigía Luis Fernández se despidió con un inapelable 1-4, vistiendo su vieja camiseta azul y blanca. Este regreso a la capital de La Rioja será por tanto como un viaje en el túnel del tiempo que nos pondrá ante la transformación del fútbol.
Hay cosas que no cambian, claro, como la fidelidad de la afición del Athletic. Aquel 30 de marzo de 1997 fue Domingo de Resurrección, así que entre los que viajaron al partido y los que ya estaban pasando la Semana Santa en sus segundas residencias riojanas movilizaron un festivo ejército rojiblanco que ocupó prácticamente un tercio del aforo del campo.
Un repaso a la hemeroteca y a la memoria nos trae el recuerdo de un fútbol que pertenece a otra vida. Aquella Liga 1996-97 fue la segunda y última con 22 equipos en Primera, tras el 'affaire' del Celta y el Sevilla el verano de 1995. El Athletic peleaba por la sexta plaza, que daba acceso a la Copa de la UEFA, mientras que el Logroñés luchaba por la salvación. Era un duelo desigual sobre el papel, aunque el Athletic no estaba precisamente boyante; acumulaba once empates en sus últimos dieciséis partidos y todavía faltaban unos meses para que la fórmula de Luis Fernández funcionara en su mejor versión.
Se empezaba a hablar en Bilbao del inminente Centenario y la directiva presidida por José María Arrate ya había establecido los primeros contactos con la selección de Brasil y con Luciano Pavarotti. Afrontaba además la remodelación de los fondos, porque la normativa obligaba a sustituir las gradas de pie por localidades de asiento. Aquel cambio y el concierto del tenor italiano en mayo del año siguiente propiciaron que San Mamés fuera el primer campo de la Liga del que desaparecieron las vallas, adoptando un aspecto más moderno.
Marcador de madera
El viejo Las Gaunas era, en cambio, uno de aquellos campos inconcebibles hoy en día. Un pasillo angosto conducía a los equipos desde unos vestuarios espartanos, de los de banco corrido, perchas y una camilla en medio, a un terreno de juego casi siempre embarrado, separado apenas un par de metros de la primera fila de espectadores, la mayoría de pie en unas gradas irregulares coronadas por un marcador de madera en uno de los fondos.
En los banquillos, aquellos sí dignos de tal nombre a diferencia de los actuales, se sentaban dos entrenadores con cierta tendencia al histrionismo. Luis Fernández estaba reactivando al equipo en su primera temporada como rojiblanco, y quería coronarla con una clasificación europea. El argentino Carlos Aimar, famoso por los guantazos que atizaba a sus jugadores en el pecho cuando saltaban al campo, ya era el tercer técnico que intentaba salvar al equipo riojano.
Rubén Sosa, la estrella de aquel Logroñés de los Aizkorreta, Dulce, Voro y Abadía, abrió el marcador a los siete minutos transformando una falta en la que la barrera del Athletic no funcionó como se esperaba, pero apenas hubo tiempo para el desasosiego. Los locales todavía estaban celebrando el gol cuando Guerrero botó un saque de esquina, Carlos García cabeceó al larguero y Ziganda recogió el rebote para empatar. Antes del descanso, Urzaiz se anticipó a toda la defensa para controlar un balón despejado por Larrainzar y poner en ventaja al Athletic.
Aunque las urgencias de unos y las dudas de los otros propiciaron una segunda parte descontrolada, de nuevo Urzaiz y después Ziganda redondearon la goleada en una de las primeras exhibiciones de eficacia de una pareja de atacantes que hizo época. El Logroñés acabó último aquella temporada, iniciando el camino hacia su desaparición. El Athletic fue finalmente sexto comenzando el exitoso ciclo de Luis Fernández, incluida una participación en la Champions el año del Centenario. Casi treinta años después riojanos y vascos se vuelven a encontrar, pero todo ha cambiado tanto que nada será lo mismo.