Carlos Alberto Pintinho (Río de Janeiro, 68 años) es un jugador como los que ya no hay. «Ser rebelde me dejó sin dos Mundiales», evoca al recordar cómo quedó fuera de Argentina'78 y de España'82. Pero está tranquilo en la céntrica Plaza de ... la Alfalfa. «Son cosas del fútbol. Estoy contento de mi etapa futbolística. La gente me quiere mucho». Y sentencia: «Las figuras del fútbol tienen que ser rebeldes. Si eres bueno y no eres rebelde, eres tonto».
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Equipos. Flumimense (1972-80), Sao Paulo (1980-81), Sevilla (1981-84), Fluminense (1984-85), Cádiz (1985-86) y Farense (1986-87).
En el Sevilla. 94 partidos, 24 goles y 1 asistencia.
Con Brasil. Tres partidos con la absoluta. Participó en los Juegos Olimpicos Múnich'72, en los que Brasil fue eliminada en la fase de grupos.
Pintinho despliega sus recuerdos. Estaba en la preselección de Brasil para el Mundial'78. La 'canarinha' jugaba un partido con el Internacional en Porto Alegre. «Me sentía titular. Hablé con el intendente de la selección y le dije que me iba a Río porque tenía una novia de la que estaba superenamorado. Zico y todos los demás me decían que no lo hiciera, pero lo hice». Claudio Coutinho era el seleccionador. «Al día siguiente dio la lista y el único de la preselección que no estaba en ella fui yo». Cerezo ocupó su lugar en una Brasil que fue tercera en Argentina.
«Esa vez fue culpa mía, pero lo del 82 fue de Tele Santana», seleccionador brasileño en el Mundial de España. Pintinho era una estrella del Sevilla y confiaba en jugar el torneo, pero el cambio en el banquillo no trajo un indulto. El técnico se descolgó con unas manifestaciones que le sentenciaron. «Dijo que me conocía bien y que no iba a jugar porque era indisciplinado». Se quedó fuera del torneo, pero se dio una pequeña revancha. Entró al vestuario de la 'canarinha' en Carmona (en donde se preparaban en España) y se dio el gustazo de no saludarle.
«Parezco majo, pero la verdad es que soy un poco complicado», admite. No sólo se enfrentó a los seleccionadores brasileños. El resto de técnicos también se las tuvieron con él. «Me he pelado con todos mis entrenadores, con Didí, Zagallo, Coutinho, Cardo... El único con el que no tuve bronca fue con Miguel Muñoz, que me dio una libertad total para jugar de número ocho, a pesar de que yo jugaba en Brasil de número cinco». ¿Y por qué las tuvo con los demás? «Me daban mucha responsabilidad y cuando perdíamos, no perdía el equipo, perdía yo». Él mismo admite que no fue un jugador dócil ni fácil.
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Su negativa a plegarse a los entrenadores explica también su salida del Sevilla, un club en el que el primer y el último partido lo jugó ante el Athletic. «Pagaron 35 millones de pesetas por mí, un dineral entonces, y debuté contra el equipo de Clemente (8-2-1981) con un 2-0 y asistencia mía». Cuatro años después el Sevilla (12 de febrero) el Sevilla cae con estrépito en San Mamés, 5-0. «La discusión llegó porque era un rebelde. Discutí con Manolo Cardo y no volví a jugar en el Sevilla. Me apartaron. Me molestaron unas declaraciones del presidente y del entrenador en las que me culparon a mí de la derrota». Hoy no estará en el Pizjuán, al que no va desde hace tres años porque no le gusta como juega el centro del campo del Sevilla. «Soy un brasileño al que no le gustan Camerino, Fernandinho y Fernando». Rebelde hasta el final.
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