Rayo 1-2 Athletic

En Champions con dos destellos de Sancet

El caso es que el Athletic se llevó tres puntos de oro de Vallecas, un campo propicio y donde el ambiente volvió a ser extraordinario. La victoria, la primera que consigue en uno de los partidos posteriores a un compromiso europeo, le sitúa en el cuarto puesto, empatado con el Villarreal. Son datos que confirman la excelente salud competitiva de la tropa de Valverde, capaz de compaginar la competición doméstica y la continental haciendo buenas rotaciones, y de ser pujante en todo tipo de encuentros. El de este domingo ante el Rayo fue lo intenso, vibrante y embarullado que se esperaba entre dos equipos descamisados. Si el Athletic se impuso fue porque supo ser más profundo que su rival. Y lo supo porque tiene mejores jugadores para serlo.

El partido pudo comenzar con un gol de los bilbaínos en el primer minuto. Entre Galarreta con un gran pase interior, Guruzeta con un precioso tacón y Nico Williams con una gran carrera hacia la portería de Batalla firmaron un contragolpe de manual. Al internacional rojiblanco, sin embargo, le salió un disparo muy defectuoso con su pierna mala y el 0-1 se esfumó. Y fue una pena porque el partido, casi con toda seguridad, hubiera sido diferente. Al Rayo le hubiera hecho mucho daño ese golpe en el hígado nada más comenzar. No sólo le hubiera obligado a arriesgar más de lo que deseaba, que por otro lado siempre es mucho, sino que le hubiera infundido más temor del que ya tenía al poderío ofensivo del Athletic.

El caso es que Nico falló -no es un killer del área, precisamente- y que el choque se convirtió en lo que esperaba: un duelo intenso y abierto entre dos equipos con una idea de juego similar. Ninguno de los dos especula, ni deja pasar el tiempo contando las margaritas del césped. En principio, este escenario tirando a volcánico beneficiaba a los rojiblancos, que al fin y al cabo tienen más calidad. El problema es que el fútbol da sorpresas y algunas son muy desagradables. Por ejemplo, la de Paredes haciendo una cesión fatal a Agirrezabala en el minuto 14 y permitiendo que Nteka abriera al marcador. Por cierto, habrá que ver cómo soluciona Valverde la cuestión de la portería, que tiene su intríngulis. Por no decir su fuerte toque de pimienta. Es posible que el miércoles, ante el Madrid, empiece a despejarse la incógnita, pero tampoco puede descartarse que el interrogante se mantenga toda la temporada. Al fin y al cabo, el técnico ha dicho que se trata de «una cuestión de club»; es decir, de algo que por lo visto más va más allá de sus competencias.

El Athletic reaccionó bien al gol en contra. Tampoco es que lo bordara, ni mucho menos. Su fútbol fue demasiado directo para cosa buena, como suele ser típico en Vallecas. Pero a base de insistencia, y siempre con la referencia de Nico Williams, consiguió acercarse con peligro al área de Batalla. Berchiche y Berenguer obligaron a lucirse al portero argentino y al pequeño de los Williams se le marchó fuera por poco uno de sus típicos derechazos con rosca al poste largo. Del que no había noticias era de Iñaki Williams, que lleva unas semanas de apagón. Valverde le aguantó hasta el minuto 64 porque confía en él tanto como en la rotación de la Tierra, pero finalmente le acabó sustituyendo por Djaló, que volvió a desaprovechar la oportunidad. Y la cosa empieza a ser preocupante porque el chaval, flamante fichaje, no sólo es que no aporte nada sino que empieza a hacer cosas raras, propias de un jugador superado por la presión.

Al Athletic le tocó remontar tras el descanso y como su primera imagen en la reanudación no fue muy esperanzadora, llegó la hora del inevitable centrifugado. De Marcos entró por Lekue, que volvió al once tras diez partidos de ausencia. Viéndole esta vez le seguirán algunos más. Unai Gómez salió por Jauregizar y Oihan Sancet por Guruzeta. El juego de los rojiblancos no es que cambiase demasiado, la verdad. Se hizo un poco más efervescente, pero en líneas generales siguió por los mismos derroteros, tumultuosos e imprecisos. En realidad, lo que cambió todo no fue el juego colectivo del Athletic sino, como decíamos al principio de esta crónica, la acción de un solo hombre. Fue el talento de Sancet el que convirtió un buen pase de Nico Williams y otro más sencillo de De Marcos en dos obras de arte. A los rojiblancos sólo les quedó defender un cuarto de hora el resultado, algo que hicieron sin demasiadas complicaciones ante un Rayo sin pegada. Ni siquiera con los cambios que hizo Íñigo Pérez tuvo su tropa más mordiente y eso volvió a penalizarle.