El anuncio llegó por la mañana. «El Athletic Club y el jugador Iñigo Córdoba han suscrito un contrato de primer equipo por el que el jugador permanecerá en la disciplina rojiblanca hasta el 30 de junio de 2022. La cláusula de rescisión será ... de 30 millones de euros, con posibilidad de aumentarla a 40 de cumplirse determinadas condiciones», se leía ayer en la web rojiblanca. La información se completaba con ocho fotografías del jugador y el presidente durante el acto de la firma en el palacio de Ibaigane. Reconozco que la noticia me causó sorpresa. Y sospecho que no soy el único. ¿Otra renovación más?, me pregunté, antes de echar la vista atrás y empezar a recordar todas las que se han producido a lo largo de la temporada: Beñat, Vesga, Unai Núñez, Aduriz, Herrerín, Etxeita, Lekue, Williams, Rico y Kepa. Diez. Con la de Córdoba, once: un equipo completo.
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No se trata de culpar a Córdoba de nada. Y menos de mejorar sus condiciones económicas. Faltaría más. Para ser ésta la temporada de su debut, el chaval ha dejado detalles prometedores y, desde luego, se ha merecido superar el contrato-tipo que los futbolistas del filial firman al dar el salto al primer equipo. Ahora bien, convendrán conmigo que esta oleada de renovaciones es una paradoja bastante indigesta. Resulta que en una temporada nefasta en la que los jugadores que se salvan del suspenso pueden contarse con los dedos de una mano la junta directiva de Josu Urrutia ha considerado justo y necesario renovar a media plantilla. Y descartar únicamente a tres futbolistas que apenas han contado: Kike Sola, Bóveda y Saborit. No dirán que no entran ganas de preguntarse qué habría hecho esta gente si el equipo llega a hacer una magnífica temporada. ¿Renovarles a todos de por vida? ¿Comprarles una casa en Bora Bora?
Y luego nos preguntamos por qué los jugadores del Athletic se sienten tan poderosos e impunes. No digo que, después de un mal año, haya que sacar la guadaña y hacer una escabechina. Por supuesto que hay que mantener la cabeza fría para ser capaces de tomar decisiones inteligentes. Pero esto es una cosa y otra muy diferente que a los jugadores no sólo les salgan gratis sus desmanes -me refiero a su pobrísimo rendimiento- sino que se les premie con tanta generosidad tras haberlos cometido.
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