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El Athletic tropezó otra vez con la misma piedra. Ya no sé cuántas veces hemos visto el mismo partido al cabo de los años, en cuántas ocasiones le meten un gol al Athletic nada más empezar, como si saliera al campo dormido, la primera vez ... que le llegan. Y después, ese largo desaliento de subir a la montaña como Sísifo con la piedra a cuestas, que se le cae antes de llegar y rueda hasta el valle, y otra vez vuelta a empezar, como mucho hasta conseguir un exiguo empate. No sé cuántas veces necesita el Athletic rematar en posición ventajosa por cada gol que consigue, la ratio debe de ser ciertamente llamativa. No parece casual que el único gol lo metiera un defensa, Yuri Berchiche, y los remates mejores los hiciera Vivian, otro defensa.
Nada más empezar, el Getafe metió su gol tras un regate de Djené que se comió Vencedor, y un remate de Ünal al que no estorba siquiera Vesga. El Getafe de Sánchez Flores, a decir verdad, no se pareció al de Bordalás. Esperábamos un equipo cerrado y solo se cerró cuando estuvo en inferioridad numérica y las deliberaciones entre el árbitro y el VAR fueron tan largas que descentraron a todos. Es uno de los indudables inconvenientes del invento: para el juego, rompe el ritmo, enerva. Otro muy evidente es la necesidad de clarificar cuándo debe intervenir y cuándo no. Una vez aceptada la justicia tecnológica, debería actuar en cada error del árbitro por acción u omisión, sea porque el árbitro no lo ve o porque no acierta en la interpretación, qué más da si se trata de hacer justicia. El codazo de Djené a Vivian dentro del área mereció el penalti y la expulsión, y en cambio el juego continuó como si nada. No es verosímil que no se viera desde el VAR, y parece inaceptable un protocolo que le impida intervenir.
El Athletic no supo ganar, estuvo muy impreciso. Impreciso en la defensa, con despejes desafortunados y mala conexión con el centro del campo, con demasiados errores no forzados en el pase, de Yeray, De Marcos, Vencedor, Vesga… Estuvieron muy deslucidos Berenguer, Muniain y Sancet. Voluntarioso y sin puntería Iñaki, apocado otra vez Nico.
El Athletic pudo ganar, mereció ganar a pesar de sus múltiples errores, pero no supo hacerlo. En partidos como este, de los que hemos visto tantos, resulta decepcionante el desinflamiento final, pero no estoy hablando de cinco minutos o diez sino de veinte o veinticinco verdaderamente obtusos, en los que no da una a derechas, elige con obcecación sistemática la peor de las opciones, por ejemplo jugar en largo o tirar precipitados centros al área desde cualquier parte, sin ventaja alguna para los rematadores, cuando está en superioridad numérica y cuenta por tanto con espacios más amplios. Y en cambio se diría que renuncia en esos momentos a la técnica, a la clase, al talento, como si no se fiase lo suficiente de sí mismo, lo que le ha venido sucediendo en tantos otros partidos de importancia mayor y más triste final, en los que vemos difuminarse, sin capacidad de reacción, la última media hora de juego como por ensalmo.
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