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El compromiso de un periódico con sus lectores es una labor de a diario, un cometido que no entiende de fechas y que se apoya en el trabajo concienzudo y en la confianza que inspira, un activo que lleva muchos años consolidar y que es ... muy fácil perder. Esta responsabilidad se pone si cabe más de manifiesto con las grandes citas, cuando lo que es objeto de noticia tiene la virtud de galvanizar a toda la ciudadanía y el esfuerzo desplegado se mide en términos del desafío planteado. Porque todo lo que no sea estar a la altura, se descarta. Ayer, en muchos quioscos de Bizkaia y de Sevilla se agotaron los ejemplares de EL CORREO, un diario que aumentó su tirada un 40% y que desapareció de los mostradores en cuestión de horas. Sus páginas relataban la gesta de un equipo que forma parte de nuestro ADN y el resultado fue un periódico que todos quieren guardar. Porque cuando los fastos pasen y la euforia se mitigue, sus paginas nos permitirán viajar al pasado y recordar de alguna forma ese sentimiento tan querido cuando hablamos de nuestro Athletic: 'Yo también estuve allí'.
Este domingo no era un día más y el periódico tampoco podía serlo. La madrugada anterior decenas de personas trabajaron con denuedo para estar en los quioscos con un producto ágil, entretenido y, sobre todo, ilusionante. Un suplemento de 64 páginas dedicadas al triunfo del Athletic envolvió el periódico dominical.
La disputa del partido a última hora de la noche y las vicisitudes de una prórroga y una tanda de penaltis estiraron aún más las costuras de un oficio que vive atento a las horas de cierre, la puesta en marcha de la rotativa, la salida de furgonetas y aviones que garanticen el reparto. Una carrera contra el reloj, porque lo que da sentido a nuestro trabajo es llegar al quiosco y hacerlo en plazo.
Eran las 02.45 de la madrugada cuando se largó la última página, que salió como una exhalación hacia las rotativas de Zamudio y de Sevilla. El periódico, calentito como una barra de pan, esperaba allí a cruzar Bizkaia de punta a punta y derramarse incluso por la capital hispalense, a colarse en las casas, a ser herramienta de consulta y de gozo, además de un preciado testigo de lo que ocurrió una noche para no olvidar.
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