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Hace tiempo que dejó de ser noticia que un partido acabe en tangana si uno de los contendientes es un equipo de Bordalás. Como en el cuento del escorpión que picó a la rana cuando ésta le ayudaba a atravesar un río, la trampa, la ... bronca y la provocación están en la naturaleza del entrenador alicantino y las inculca a sus pupilos. Lo que ocurrió en el último minuto del partido del miércoles en San Mamés es buena prueba de ello. Lo mejor es que después el técnico alicantino suele presentarse en la sala de Prensa adoptando el papel de víctima inocente que no entiende cómo le pueden acusar o sancionar a él, que nunca hace nada.
Siempre ha habido entrenadores y jugadores que se han planteado el juego como una guerra que hay que ganar por cualquier medio, defensores de la idea de que al final lo único y lo que de verdad importa son los puntos, y no la manera de conseguirlos. Los que piensan que el fin justifica los medios y los que proclaman, con el aire de superioridad de los que están en el secreto, que el fútbol es para los listos, sentencia que sirve para encubrir cualquier tropelía cuando además se le añade esa coletilla de que lo que pasa en el campo se queda en el campo, que garantiza la impunidad de los tramposos.
11 tarjetas amarillas y tres expulsiones
es el balance arbitral del partido que jugaron el jueves el Athletic y el Getafe en San Mamés
«A la gloria no se llega por un camino de rosas» era el eslogan de aquel Estudiantes de la Plata campeón intercontinental en la década de los sesenta, liderado por tipos como Bilardo y Aguirre Suárez, y al que se tiene como el paradigma de lo que ahora se describe eufemísticamente como 'el otro fútbol'. Bordalás parece haber interiorizado la idea. Que haya bronca en un partido del Getafe no es noticia. Sí lo es, sin embargo, que un chico de talante pacífico que solo ha visto 25 amarillas en 315 partidos de Liga, y acostumbrado a sufrir agarrones y patadas con paciencia franciscana como Iñaki Williams, termine el partido fuera de sí.
Y lo cierto es que el Getafe fue menos Getafe que nunca a lo largo de casi todo el partido porque las circunstancias le obligaron a aprovechar el tiempo para intentar jugar al fútbol. Lo del último minuto fue como un acto reflejo, inevitable para un grupo que incorpora el engaño como parte de la estrategia. Llegados a este punto, no queda más remedio que echar un vistazo al papel del equipo arbitral. Si la Premier y la Bundesliga son dos competiciones muy superiores a la Liga no es solo porque estén mejor organizadas en general, sino porque actuaciones como la de Carmona son absolutamente impensables. Y esas actuaciones se producen aquí, además de por el ingenioso carácter latino de sus protagonistas, porque los encargados de impedirlo, los árbitros, lo permiten de una forma incomprensible.
La pantomima de Carmona se saldó con tarjetas amarillas para Williams y Raúl García, damnificados por la pérdida de tiempo, y con la amonestación a Alderete, suplente que no había intervenido en el partido, y la expulsión de Bordalás y el entrenador de porteros del Getafe. Tres amarillas y dos rojas mientras que el causante de todo el lío quedó impune.
El mantra de que arbitrar es muy difícil valía hace unos años. Ahora, con un cuarto árbitro en la banda, el apoyo del VAR y una comunicación instantánea, arbitrar es menos difícil. El cuarto árbitro, el asistente y los dos del VAR vieron perfectamente la acción de Carmona. Como debieron ver en el primer tiempo que cuando el árbitro paró el partido por la presunta lesión de un jugador del Getafe, el Athletic estaba en posesión del balón en una jugada de ataque prometedora. Lo que hace más incomprensible que Díaz de Mera regalara el balón al portero visitante. Ambas acciones retratan el nivel del colegiado y el de sus ayudantes.
El problema de fondo no es que un entrenador o un equipo entero quieran anteponer la trampa al juego. El culpable es quien lo consiente a sabiendas, porque a estas alturas esto no es un secreto para nadie. La expulsión de Sancet sería lo menos discutible de la actuación del árbitro, incluso haciendo abstracción del diferente criterio que tuvo en el Bernabéu ante la patada de Carvajal a Yuri.
El partido entre el Athletic y el Getafe no fue, ni mucho menos, una batalla campal como para que se saldara con 11 tarjetas amarillas y tres expulsiones. Otra cosa es la peculiar interpretación de un árbitro que no sancionó la reiteración. Díaz de Mera señaló nueve faltas contra el Athletic, cuatro en la primera parte y cinco en la segunda, que acarrearon seis tarjetas, cinco amarillas y una roja. El Getafe cometió 19 faltas que le costaron seis amarillas y dos rojas, todas menos una en los últimos cinco minutos. Tres amarillas al Athletic lo fueron por un agarrón y dos derribos, mientras que solo una del Getafe fue por una acción de juego violento. El resto fueron por discutir con los contrarios o para suplentes que protestaban o celebraban un gol.
El Athletic anunció ayer que ha presentado alegaciones para que el Comité de Competición deje sin validez la tarjeta roja que vio Oihan Sancet en el encuentro frente al Getafe. El futbolista navarro entró a Diego Rico, levantó la pierna a la altura de la cabeza del rival, y el colegiado le expulsó de inmediato, sin que el VAR entrara a revisar la jugada. Con este recurso, Ibaigane intentará que el internacional Sub'21 participe en el derbi de este sábado.
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