La remontada de 2009: el día que el Athletic volvió a sentirse grande

En 2009, el año en que se produjo aquel enfrentamiento, el recuerdo de los aficionados de la última final de Copa era cada vez más difuso. Para ellos, el equipo rojiblanco era un bonito cuento de hadas narrado por sus padres y abuelos, que presenciaron los títulos que ya comenzaban a quedar lejanos. Los 24 años que transcurrieron desde la última final, perdida ante el Atlético (1-2) en 1985 y el recién cumplido cuarto de siglo desde el último entorchado hacían cada vez más remota la relación de su equipo con la gloria. Pero en 2009, a pesar de caer en la final contra el Barcelona, el Athletic reavivó el idilio que mantuvo con su competición preferida con una histórica victoria.

No era el de Joaquín Caparrós un conjunto de ensueño como tantos que levantaron la Copa en décadas anteriores. Se trataba de un equipo serio y solvente, pero cuyo potencial estaba aún lejano a los altos estamentos del fútbol español. La fortuna acompañó a los rojiblancos en sus tres primeras eliminatorias, ante el Recreativo, que estuvo a punto de remontar un 2-0 en el partido de ida, Osasuna y Sporting. El estallido llegó, sin duda, en el encuentro de vuelta de la semifinal, cuando el Athletic arrolló a un Sevilla que llegó a San Mamés con aires de grandeza. El enfrentamiento tenía los ingredientes necesarios para que la gesta se produjera. La cercanía por regresar a la final, una afición hambrienta por vivir por fin lo que tantas veces le habían contado y la necesidad de obtener un logro de tal magnitud para apuntalar el futuro confluyeron en un estadio que añoraba el éxtasis.

Cánticos a Del Nido

A la lógica motivación por conquistar un título se sumó la provocación del presidente del Sevilla, José María del Nido, que pecó de imprudente. No le sentó bien aquella bravuconada a la hinchada rojiblanca, que se la devolvió en forma de cántico durante todo el encuentro de San Mamés -«Del Nido, cómeme el rabo»-. El Athletic arrastraba un desfavorable 2-1 del Sánchez Pizjuán, después de que Duscher y Acosta voltearan el tanto inicial de Fernando Llorente, pero en Bizkaia se respiraba a hazaña. Todos estaban convencidos de la remontada. Quien no creyera en ella era tomado casi como un hereje, quizás por el largo tiempo que tuvo que transcurrir hasta que se produjera una ocasión como aquella.

La conjura entre la grada y los futbolistas fue instantánea. La Catedral rugió como pocos recordaban. De hecho, en la segunda jugada del encuentro, el árbitro pitó en repetidas ocasiones con intención de parar el juego, pero nadie le oyó. Instantes después, en el minuto 3, Javi Martínez marcó el tanto que clasificaba de forma momentánea a los rojiblancos, que aprovecharon el rebufo del gol para aplastar en la primera parte a un Sevilla aturdido y paralizado por el abrumador empuje del Athletic. A la afición, impaciente por que el colegiado indicara el final, se le hizo eterna la segunda mitad, ya que el choque estaba resuelto con los goles de Llorente y Toquero y sentía la imperiosa necesidad de invadir el césped por regresar a las puertas de un título. Hoy, el conjunto rojiblanco se ha convertido en un serio aspirante a ganar un título, con cuatro finales disputadas en los últimos siete años -además de la conquistada Supercopa-. Y la Europa League, donde se reencontrará con los andaluces, es ya un objetivo estratégico.