La primera cacería del 'Zorro'

Aquel día, en Anoeta y contra la Real Sociedad, Aduriz se cobró su primera víctima. El donostiarra realizó un doblete que todavía hoy no ha perdido su vigencia, por los precisos remates empleó para llevarlo a cabo. El primero llegó en el minuto 47, cuando la Real tenía una cómoda ventaja en el marcador (2-0). Pero Aduriz sacó entonces por primera vez los muelles que esconde bajo los tacos y batió a Asier Riesgo con un testarazo incontestable que se alojó de manera ajustada junto al palo derecho de la meta blanquiazul.

La celebración de aquel tanto bautismal en la élite, que llegó en su segunda temporada con el primer equipo, fue sobria. No había tiempo para florituras o festejos empalagosos. Aún había que apretar para rescatar al menos un punto en aquel derbi diabólico, que concluyó con empate a tres. Aduriz no quería quedarse sólo con el bonito recuerdo de anotar su primera diana. Ya había demostrado que su absoluta prioridad es competir y ganar. Los goles son sólo una consecuencia del tesón. Y veinte minutos más tarde, en el 67, volvería a encontrarse con las mallas de Anoeta. Esta vez lo hizo también al primer toque, aunque con su pierna izquierda, al palo izquierdo del guardameta.

Aduriz se olvidó entonces de la pelota, arrancó una carrera con rabia y lanzó un grito al aire cuando le abrazó Fran Yeste. Javier Clemente, que entonces entrenaba al Athletic, lanzó un suspiro de tranquilidad, mientras que José María Amorrortu, que dirigía a la Real y hoy es el máximo responsable de Lezama, se preguntaba si aquel canterano rojiblanco no podía haber escogido otro día y otro conjunto para debutar como goleador en Primera.

«Sensación agridulce»

«Es una sensación agridulce; hemos hecho las cosas bien, pero no hemos tenido esa pizca de suerte que nos hace falta para sacar los tres puntos. Estoy contento porque mis goles han servido para que el equipo sume un punto y, personalmente, tenía ganas de ayudar al equipo con mis goles», dijo aquel día Aduriz. A pesar de haber abierto su cuenta particular con dos tantos que no eran más que el aperitivo de más de cien, el guipuzcoano no estaba del todo satisfecho. Quizás por haber protagonizado una primera parte un tanto irregular, y por no haber puesto el colofón a su primer doblete con una victoria.

Después de aquello llegaron grandes momentos, concentrados sobre todo en el estallido de éxtasis que supuso la conquista de la Supercopa. Aquel momento fue quizás el que mejor escenificó la felicidad que suponer para Aduriz triunfar en el Athletic. Tuvo que salir de Lezama en dos ocasiones (al Burgos y al Mallorca), pero nunca dudó de que sacaría el billete de vuelta. Tenía una deuda y un deseo con el club rojiblanco. Triunfar en él. «¿Secretos? No. Disfrutar viniendo aquí (a Lezama) y que me encanta jugar partidos». Quizás sea ese su mayor secreto. La sobriedad con la que convive con el éxito y la felicidad con la que saborea el cénit de su carrera, que ha llegado a los 35 años.