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robert basic
Sábado, 5 de septiembre 2015, 23:46
Ha tenido tres fracturas de nariz, una veintena de lesiones de diversa consideración, ha pasado por el quirófano una decena de veces -con sus respectivas complicaciones, infecciones...- y ha estado sancionado dos años por dopaje. Se ha levantado después de cada caída y está a ... un partido de cumplir los 300 en la Liga. A nada que el cuerpo le responda y le deje hacer, Carlos Gurpegui cruzará la barrera de los 400 a la conclusión de la presente temporada. Solo lo han hecho 15 hombres con la camiseta del Athletic y el capitán está llamando a la puerta. El primer paso lo podría dar dentro de una semana ante el Getafe, que le haría ponerse a 300 en el torneo de la regularidad. Los 300 del capitán.
El navarro cumple su decimoquinta temporada en el primer equipo y solo pide que la salud le acompañe para que pueda despedirse en el campo de batalla, como corresponde a un soldado. Está atento al sonido de sus rodillas y a las señales que le envía el cuerpo, que descifra en fracciones de segundo. De momento, y salvo molestias puntuales, se entrena en silencio. En Eibar se quedó en el banquillo y habrá que ver si Ernesto Valverde le da minutos contra el Getafe y desbloquea su entrada al club de los 300. Él está tranquilo y vive al margen de las cifras y los récords, que jamás le han quitado el sueño. Lo que le importa es jugar y hacerlo en condiciones porque, según su código de conducta, estar por estar es una pérdida de tiempo. «Solo necesito sentirme bien y tener continuidad», dijo en una reciente conversación con este periódico.
En lo que va de curso ha disfrutado de bastante protagonismo y solo se ha quedado sin participar en los partidos contra el Eibar y el Inter de Bakú, en Azerbaiyán. Ha jugado tres encuentros de la Europa League, los dos de la Supercopa y uno de Liga. Pero más allá de las cifras, lo que Gurpegui se llevará consigo allá donde vaya será el título que levantó en el Camp Nou. Si todo el mundo estaba contento, el capitán rojiblanco era la persona más feliz del mundo. Temía retirarse con las vitrinas vacías y por fin, en el ocaso de su carrera, el milagro sucedió y él lo tuvo en sus manos. Lo ofreció al cielo, al club y a esa afición que nunca falla y que desbordó las calles de Bilbao para homenajear a sus héroes. El navarro era uno de ellos y hablaba por los ojos, que almacenaban imágenes eternas y únicas.
Aquello pertenece al pasado y Gurpegui solo piensa en el presente, en enderazar el rumbo en la Liga y empezar a sumar cuanto antes. Luego llegará el partido 300, la posibilidad de superar los 400 y de escribir un capítulo más en el inagotable libro de la historia rojiblanca. Relativiza el peso del éxito y de las victorias, prefiere otro tipo de reconocimiento. «Tengo el cariño de la gente y con eso es suficiente».
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