Juanma Mallo
Domingo, 23 de agosto 2015, 23:42
Zona mixta del Camp Nou. Han pasado más de 45 minutos desde que el Athletic ha alcanzado la gloria, ha sellado su título. Un club centenario ha enterrado una sequía de 31 años sin trofeos, sin sentir esa sensación de mayúscula plenitud. Gorka Iraizoz, uno ... de los protagonistas de la Supercopa con una destacada actuación bajo los palos, atiende a la prensa. Rostro feliz. Se acumulan las preguntas. De repente, una le despierta una sonrisa cómplice. "¿Con qué imagen del vestuario te quedas?", se le cuestiona. Él mira a su izquierda. Brillo en la cara. "¡Con éste de aquí!". Y ése de ahí era Carlos Gurpegui, el gran capitán, ese hombre que ha recibido sopapos de todos los colores, de múltiples intensidades (lesiones, fracturas del tabique nasal, la sanción por dopaje...), pero todos afrontados con una sonrisa, eterna, como con la que recogió en el césped de un Camp Nou que sustituye al Bernabéu como último recinto en el que los vizcaínos se alzaron con un torneo. Solo unos pocos cuentan con el honor de levantar un título con el Athletic, y él ha sido uno de los elegidos. Gurpe, como le llaman todos en la caseta, se lo merecía, por no rendirse nunca, por su amabilidad, por ese punto de cabezonería que le ha hecho continuar y tirar hacia adelante a pesar de los obstáculos y los dolorosos insultos. Nunca ha bajado los brazos, a pesar de los dos años de castigo, de esas temporadas en las que solo podía empujar desde la grada por culpa de sus rodillas... Y al final ha obtenido una fenomenal recompensa, una que otros hombres como Julen Guerrero, Joseba Etxeberria -se acordó el de Andosilla de él- y Pablo Orbaiz no lograron.
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Después de muchos golpes, también éxitos, por supuesto, el fútbol por fin ha sido agradecido con Gurpegui, que ayer se tuvo que volver a emocionar cuando encabezó a los jugadores del Athletic al salir a San Mamés para ofrecer la copa al público antes de la derrota frente al Barça. En la última temporada, a priori, de su carrera se ha encontrado con un título inesperado, ese que ha conseguido la tropa de Ernesto Valverde ante el mejor equipo del momento. A base de lucha, entrega, de cerrar a Messi, de colaboración y ayudas en defensa, de cortocircuitar el centro del campo culé, una escuadra formada por hombres de la tierra ha tumbado en la lona a una selección de estrellas. Pero claro, ellos carecen de un artillero como Aduriz -su cara de felicidad, la rabia al obtener la diana en el Camp Nou, esa imagen del vídeo del club en el que celebra el título mirando a la cámara, su semblante al salir al balcón del ayuntamiento-, de un luchador como Balenziaga, de un omnipresente Beñat, de unos trabajadores Susaeta y De Marcos... Y de un capitán como Gurpegui.
No fue Gorka el único. Era preguntar a un compañero por el momento, el instante, de la celebración en el interior del vestuario -regado con cerveza-, y todos miraban a ese compañero que se desvive por el grupo, por cohesionar la caseta, que siempre quiso ser futbolista, aunque en una entrevista con EL CORREO confesó que una vez dijo que apostaba por la medicina: Sería un momento de lucidez, bromeaba, con su sonrisa. Como la que recogió la Copa en el Camp Nou, a pesar del desplante azulgrana de poner el himno culé nada más terminar el encuentro. Pero solo es una anécdota de una noche gloriosa, que ha quedado retrata en la retina de todo aficionado rojiblanco. Y, por si acaso, por si escapó algún detalle, el club se ha vuelto a salir -hay que felicitarle- con un espectacular vídeo sobre esos momentos mágicos, desde la llegada al coliseo azulgrana hasta las celebraciones en Bilbao. En ellas, hay una imagen que pasará a la posteridad: vayan al minuto y cincuenta del vídeo; ese salto de Gurpegui para abrazarse con Aduriz, dos amigos, dos hombres que, por fin, han triunfado con su equipo.
Sonrisas. Con esa que nos atendió cuando vivía a la sombra de la sanción, cuando durante una Navidad, en Lezama, se sentó con este periodista y narró cómo conoció que el castigo definitivo, la confirmación de esa pena, su reacción... Amable, como siempre, se abrió. Y no se quiso quedar en el pasado. Volveré siendo mejor, prometió en 2006, medio año después de se confirmara la sanción.
Y no sé si mejor o peor, pero es ese jugador que no quiere que se le recuerde por ser un profesional de la pelota, del balón. Sabe que hay muchas más importantes que el fútbol, que es solo un deportista. Pero el pasado lunes, se convirtió en un héroe -con permiso de Aduriz, claro-, en el hombre que después de 31 años levantaba una copa para el Athletic. Releva a Iñaki Sáez y a Dani. Para siempre. Quedará en la memoria de todos. Leyenda. Él, Gurpegui, el gran capitán se lo merece. El título fue la Supercopa. Su trofeo.
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