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Juanma Mallo
Lunes, 22 de junio 2015, 00:04
Con la temporada en Primera División acabada, sin Mundial masculino ni tampoco Eurocopa, con el único sustento de la Copa del Mundo femenina y la Copa América (a horas intempestivas ambas), los aficionados del Athletic se pueden agarrar a un sonriente y gratificante consuelo gracias ... a a esos cachorros que de la mano de José Ángel Cuco Ziganda (Larrainzar, 48 años) rozan el ascenso a Segunda División, que lo tienen en la punta de los dedos, aunque aún se debe rematar la excelente faena del pasado sábado. Esa travesía del desierto, sin alimento ni agua, hasta que el primer equipo volviera a la competición este verano lo hará temprano debido a que tiene que afrontar dos previas de la Europa League, la primera el 30 de julio, se ha llenado con este grupo que se encuentra a 90 minutos de devolver al filial rojiblanco a Segunda División, a ese lugar del que se despidió en Lérida en el curso 1995-96. Será en Cádiz, el domingo, a las 12 de la mañana.
Y si se ha plantado en este peldaño el conjunto vizcaíno, en gran parte por la labor, magnífica, fuera de los focos, de un Ziganda que ha ejercido su trabajo sin hacer ningún tipo de ruido. Como su escuadra. Con un débil pésimo a nivel de resultados inicio de Liga a domicilio, la tropa vizcaína se ha transformado en un equipo sólido, solidario, trabajado de manera excepcional en el apartado físico y con juego exquisito como el desplegado ante el Cádiz en La Catedral. Un grupo más que nombres, un bloque más que singularidades, aunque destacan hombres como Sabin Merino, Iñigo Lekue, Yeray, Alex Remiro y Gorka Santamaría, el autor de los dos tantos ante los andaluces. Y su entrenador, por supuesto.
Es Cuco una persona que, desde que aceptó la oferta de Josu Urrutia para regresar a Lezama, para volver al Athletic, en 2011, siempre ha sonado para sentarse en el banquillo que ahora pertenece a Ernesto Valverde por tercera temporada consecutiva. Sigue a la espera. Él, sin embargo, se mantiene de perfil sobre la cuestión, sin una mala palabra, sin quejarse, sin levantar la voz. De forma ejemplar, asume su papel, con un contrato recién renovado hasta 2019. «No me voy a sentir nunca un fracasado ni va a ser una decepción no entrenar al primer equipo», aseguró antes de la vuelta contra el Villanovense, aquel encuentro que concentró a alrededor de 10.000 personas en La Catedral para espolear a los cachorros horas después de la decepción copera.
Evita Ziganda los aplausos, pero se los merece. Quita presión a unos chavales que están respondiendo a la perfección, que se sacudieron los nervios en la primera ronda contra el cuadro extremeño, supieron sufrir contra el UCAM Murcia y ante el Cádiz, el eterno aspirante, se gustaron y maravillaron. «El ascenso no era una prioridad», ha dicho el navarro de Larrainzar. Pero ahora que están ahí... Solo queda el último paso, el definitivo. Después de dos décadas, el Bilbao Athletic se encuentra a 90 minutos de la gloria, de Segunda División, con este hombre que ha tirado a la basura propuestas sugerentes de conjuntos como el Espanyol, el Tenerife, también el Eibar... Él prefirió el filial. «Me permite hacer lo que me gusta y crecer. Todo lo que me rodea me estimula para no dormirme y, aunque es muy exigente, también es muy atractivo», ha señalado. Porque su labor no solo es la que el equipo gane, que también ya ha dejado claro que en el Ramón de Carranza pelearán por la victoria y de forma excelente. Sino la de formar a hombres para la primera plantilla. De hecho, tampoco se ha quejado, lo ha asumido es cierto que ese es el papel de la segunda escuadra, cuando Valverde ha llamado a filas a algunos de sus hombres; a Guillermo y Williams, sus dos delanteros estrella el pasado curso y el que acaba de terminar. Él ha movido piezas, ha reconfigurado el equipo y hacia adelante. Que este ejercicio ha sido hacia el play-off, con una afición volcada, ilusionada y encantada, con un grupo capaz de meter a 32.500 personas en San Mamés para un partido de Segunda B.
Ha colocado a su escuadra en el último peldaño del ascenso. Y en ese apartado educativo destacó el hecho de dejar en Bilbao a Asier Villalibre para la vuelta contra el UCAM Murcia. Apostó por que el que dicen que es el delantero del futuro del Athletic preparase sin presión la selectividad demasiado esconde ese examen y se quedase en Bilbao. «La formación es lo primero. Hay que priorizar y es mejor que esté tranquilo», aseveró en una estrategia que se merece un reconocimiento. De hecho, como reconoció a EL CORREO Unai Albizua la semana pasada, es una persona que gusta de conocer la evolución de sus futbolistas con los libros. «Te pregunta cómo vas. Eso de lo que los jugadores se queden tirados en el sofá no le gusta nada».
Así que ejerce de algo más que un entrenador, un técnico que da instrucciones para el fútbol y para la vida «Es muy cercano al jugador. Está muy pendiente de él y de que esté a gusto. Hace grupo, hace piña y transmite buen rollo», aportó Diego Royo, que solo disputó tres partidos en dos temporadas. Le alaba, le aplaude. Y es lo que se merece Cuco. Un aplauso por sus resultados, por su labor como formador, por su paciencia y por su lealtad al Athletic, más allá de ofertas y otras sugerencias. Mejor dicho, se merece una ovación, más allá de lo que ocurra el domingo en Cádiz.
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