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España, que en Rotterdam dio algunos síntomas de debilidad, de una cierta confusión y cansancio, se clasificó ayer para la Final Four de la Nations ... League sobreviviendo a la intemperie de un partido loco que se tuvo que decidir en el último penalti de una tanda no apta para cardiacos. Unai Simón paró a Malen el sexto y Pedri certificó el pase batiendo a Verbruggen. Terminó así una larga batalla que, si algo vino a demostrar, es que la Roja es un equipo con una fortaleza competitiva a prueba de bombas. Tanto que es capaz de sobreponerse incluso a sus propios defectos. Ayer, por ejemplo, fue incapaz de gobernar un partido en el que estuvo hasta tres veces en ventaja.
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Habrá quienes celebren el partido como una oda al fútbol, un ejemplo de esa diversión de montaña rusa que a algunos les parece lo más deseable en este deporte. Y bien, es cierto que en Mestalla se vio un espectáculo de lo más entretenido, con algunas acciones extraordinarias, goles de bella factura, hasta tres penaltis antes de la tanda final, y grandes paradas como un par de ellas de Unai Simón, la última en el minuto 120, pero en realidad lo que se vio sobre todo fue un toma y daca alocado, sin ningún control, entre dos equipos de estricto espíritu ofensivo y con una nómina de jugadores muy desgastados por la dureza del calendario que soportan. Que a la UEFA ni siquiera se la pasara por la cabeza suspender en estos partido la prórroga e ir directamente a la tanda de penaltis lo dice todo sobre cómo aborda el problema de la sobreexplotación de los jugadores.
Nadie hubiera dicho en el arranque del choque, que también era un homenaje a las víctimas de la dana, que éste se iba a alargar hasta los límites de la agonía mutua. Y es que la Roja salió muy afilada y no tardó nada en encontrar lo que buscaba: un gol que no sólo le pusiera por delante en la eliminatoria sino que obligara al equipo de Koeman a abrirse y asumir riesgos en defensa. El artífice y autor del 1-0 fue Oyarzabal, que ante todo es un delantero inteligente. Dentro del área, es capaz de sacar agua de una piedra. Van Hecke no debía saberlo porque cayó en la trampa que le puso el eibarrés como un pipiolo. Clement Turpin, al que hace bien poco se le vio en San Mamés dirigiendo el Athletic-Roma, no lo dudó y señaló los once metros.
En ventaja, España tuvo a su rival en la lona unos minutos. A Oyarzabal le anularon un gol en el minuto 10 y poco después Verbruggen evitó el 2-0 con una gran parada a Nico Williams. La jugada la había iniciado Huijsen, al que el público de Mestalla aplaudió en cada balón. Fue algo curioso, pero también fácil de entender. Esos aplausos eran una celebración del descubrimiento que la hinchada española había hecho con este futbolista de 19 años que lleva toda la temporada asombrando en el Bournemouth de Iraola; uno de esos jugadores sobrados de talento y personalidad que juegan como veteranos de mil batallas desde que se meten por primera vez en una trinchera. Por otro lado, no dejaba de tener su gracia que en un partido España-Países Bajos el ídolo de la grada de Valencia fuera un chico muy alto y rubio nacido en Amsterdam y llamado Dean Donny Huijsen Wijsmuller.
Descontrol
El caso es que España, aunque apretó hasta más o menos la media hora, fue incapaz de aumentar la ventaja. No tenía un buen día Yamine Lamal, como lo tuvieron Dani Olmo y Fabián. Que a estos dos últimos Luis de la Fuente no los sustituyera hasta el minuto 83 fue algo realmente extraño. Y no sólo porque ninguno de los dos estuviera fino sino porque tras el 2-1 que había logrado Oyarzabal en el minuto 66, la selección española demandaba a gritos futbolistas de refresco que le dieran más control del juego. Ahí estaba Pedri, sobre todo, cuya ausencia era muy difícil de entender en esos momentos, con los de Koeman teniendo la pelota y obligados a apretar en busca del gol.
Ya es un lugar común decir que este tipo partidos muy igualados se deciden por detalles. Y suele ser así, ciertamente. El caso es que ayer los detalles fueron cayendo de un bando a otro hasta que llegó un momento en el que no se supo de qué lado iba a detenerse la moneda. Tras el 2-1 todo parecía decantarse para España, lo mismo que después del 3-2, un golazo de Yamine a pase de Huijsen, ya al final de la primera parte de la prórroga. Pero la antigua Holanda remontó y dio la sensación que podría seguir remontando siempre a un España valiente pero demasiado descosida. En los penaltis, que Yamine fallara un penalti que acercaba el pase pareció un designio muy oscuro. Pero el fútbol estaba con la Roja. Suele estarlo con los campeones.
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