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De las manos de Dani a las de Muniain; del Santiago Bernabéu a La Cartuja; de 1984 a 2024. Han sido 40 años de intensa espera y búsqueda que concluyó anoche bajo el cielo de Sevilla, eternamente rojiblanco, lugar en el que se fundieron el ... pasado y el presente. El mítico goleador del Athletic, con 199 muescas talladas en su culata de pistolero, por fin tiene sucesor. Llevaba décadas tratando de despegar de su currículo la etiqueta de 'último capitán campeón', ahora fijada en la taquilla del futbolista navarro. El '10' levantó el título y lo brindó a generaciones huérfanas de recuerdos brillantes. Cosió la brecha temporal con el hilo de sus ojos, que jamás habían visto a su equipo andar sobre las aguas, y dio por cumplido el sueño de cientos de miles de personas. Unas 70.000 lo vivieron en la capital andaluza, la mayoría fuera del campo, y otras a distancia. La felicidad de todas ellas cabía en el escudo que llevaban cosido en el pecho, al que habían honrado en una noche memorable los jugadores de Ernesto Valverde. Muniain besó el trofeo y luego lo elevó a los altares, donde descansa la 25º.
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Juanma Mallo
«Recuerdo cuando subí al palco. La gente no paraba de tocarme, de agarrarme... ¡Me mataron a palos cuando subí y cuando bajé al césped con la Copa! (...). Era una mezcla increíble de emoción y orgullo. No tengo palabras para describirlo. Estaba tan contento que no quería ni soltar la Copa. Mis compañeros me preguntaban si la llevaba pegada con 'Loctite'». Así recordaba Dani la noche del Bernabéu en una entrevista publicada hace cuatro días en este periódico. Ahora también Muniain sabe lo que se siente al recorrer el camino hacia la gloria, tocar el frío metal, recibir el cariño de la gente, probablemente inconsciente de lo que pasaba a su alrededor mientras buscaba el trofeo con la mirada, sumergido en un mar de emociones que solo procesará con el paso de los años. El Rey Felipe VI le entregó lo que tanto buscaba el Athletic, un título de nueve kilos de peso, 79 centímetros de altura y 43 de ancho, un pequeño tesoro en el que cupo la alegría de miles de seguidores rojiblancos.
Muniain había llorado sus tres finales anteriores. Las perdió contra el Barcelona, dos, y la Real Sociedad, una. Todavía perdura su imagen con una bandeja de plata mirando fijamente y con respeto la celebración de la tropa txuriurdin en 2021. Aquella noche hizo de capitán con mayúsculas y honró la historia del club al que llegó con apenas 11 años. Entonces también lloraba, por niño y por vivir lejos de su familia, sintiéndose posiblemente la persona más solitaria del mundo. Sus mejillas también se volvieron saladas en la final de Bucarest, en 2012, cuando el Athletic no pudo con el Atlético y la Europa League acabó en las vitrinas 'colchoneras'. Su amargura la endulzaron un poco las dos Supercopas conquistadas en 2015 y 2020, pero el verdadero premio llegó anoche en La Cartuja. Hizo que todas las lágrimas derramadas merecieran la pena porque le empujaron a seguir persiguiendo un sueño hecho realidad.
Tenía 17 años cuando vio al Athletic perder la final de Mestalla, en 2009, con aquel gol de Toquero que encendió la chispa de la rebelión ante el mejor Barcelona de la historia pero no el fuego. El equipo había vuelto a un duelo por el título tras casi un cuarto de siglo de sequía. Todavía no formaba parte del primer equipo, con el que llegó a entrenar con apenas 14 añitos, algo que sucedería un par de meses más tarde. Muniain debutó el 30 de julio ante el Young Boys suizo en San Mamés, y una semana después se estrenó como goleador en el Suisse Wankdorf, donde los rojiblancos eliminaron a los helvéticos (1-2). A partir de ahí, el navarro comenzó a escribir su propia historia en el libro rojiblanco que va por el capítulo 15. Son las temporadas que acumula en la élite y que le han servido para convertirse en el segundo futbolista con más partidos en los 125 años de vida del club (555). Por delante solo tiene a un mito de la talla de José Ángel Iribar (614), quien le vio anoche brindar la Copa al cielo de Sevilla. Él ganó las de 1969 y 1973, aún convaleciente del golpe recibido en 1977, pero de nuevo inmensamente feliz por ver al capitán navarro componer la imagen de un Athletic campeón.
Ha llovido desde que Pablo Orbaiz, que también llevó el brazalete de capitán, le colocó el pulsómetro a aquel jovencísimo Muniain en verano de 2007. Entonces solo tenía 14 años el jugador que anoche, en Sevilla, besó el título en presencia del entrenador que le hizo debutar, Joaquín Caparrós. El utrerano le metió en el mundo de los mayores cuando era un niño y le dio 73 partidos entre 2009 y 2011, en los que el chaval marcó 11 goles. Allí empezó a poner los cimientos de una carrera que le ha permitido sumar horas de fútbol en Liga, Copa, Champions, Europa League y Supercopa, además de levantar tres títulos. El navarro ha pasado 20 de sus 31 años en Lezama, donde se ha convertido en el hombre que es hoy en día.
Dentro de poco más de dos meses acaba contrato y no se sabe nada de su futuro. Tanto el navarro como el Athletic lo tratarán en la intimidad de Ibaigane, el club y el último capitán campeón cara a cara. Lo harán en el marco de una temporada memorable, en la que los rojiblancos colocaron la Copa número 25 en sus vitrinas. La que anoche pasó de las manos de Dani a las de Muniain, un viaje de 40 años desde el Bernabéu hasta La Cartuja.
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