En estos tiempos de Big Data, estadísticas y análisis exhaustivos de todo lo que ocurre en el terreno de juego y en el de entrenamiento, el fútbol sigue conservando algunas variables ocultas que provocan que continúe siendo impredecible, un misterio que atrae a millones de ... aficionados en todo el mundo como ningún otro de esos deportes medidos, pautados y cuadriculados consiguen, ni conseguirán.
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Uno de esos misterios indescifrables es lo que clásicos como Caparrós llamaban rachas y los entrenadores más jóvenes describen como dinámicas, que es lo mismo pero suena más 'cool'. Lo cierto es que ni los aparatitos que ahora llevan los futbolistas en el cogote, ni los programas informáticos, han conseguido descifrar la razón por la que a un equipo al que todo le va mal, de pronto todo le empieza a funcionar a pedir de boca.
Hay quien se ha ido por el terreno de la psicología para explicarlo, hablando de estados de ánimo, como si un grupo optimista fuera capaz de atraer a la buena suerte con su rostro sonriente, mientras que los cenizos estarían condenados a que el balón pegara siempre en la parte de arriba del larguero.
Si los entrenadores descubrieran la razón por la que, de pronto, todos los rebotes caen a los pies de sus jugadores y los balones que antes se iban rozando el palo ahora van a la red, probablemente vivirían más felices que repasando estadísticas de pases fallados y kilómetros recorridos por sus chicos.
Los que seguimos al Athletic vamos a tener ocasión en breve de volver a comprobar cómo funciona esto de los estados de ánimo. La eliminatoria de Copa ante un equipo de Tercera con nombre de tren de la Renfe se presenta como el arquetipo de choque entre un grupo de futbolistas con los ojos fuera de sus órbitas y otro con los párpados caídos y preguntándose qué pintan en medio del griterío.
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Pero para empezar, este domingo el grupo de Garitano visita un Sadar que, si siempre ha sido una bombonera, ahora levita de pura euforia. Osasuna lleva treinta y un partidos consecutivos sin perder en casa, más de año y medio de fiesta como local sin que podamos encontrar algún argumento sustancial para explicar el prodigio, más allá de los que rozan lo esotérico. No hay fichajes de relumbrón, ni futbolistas especialmente descollantes, ni el entrenador es uno de esos gurús con un discurso lleno de esdrújulas.
Jagoba Arrasate no sabría explicar por qué su equipo es invencible en casa sin referirse al calor de la afición, a un cierto sentimiento de seguridad, a un estado de euforia colectiva… en fin, a todos esos elementos que rodean el juego y que sin ser primordiales resultan tantas veces determinantes.
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Los motivos que explican por qué el Athletic lleva más de medio año sin ganar lejos de San Mamés son más concretos y tienen mucho que ver con lo estrictamente futbolístico, así que se supone que, conocido el diagnóstico, estamos más cerca del remedio y, además, la estadística, esa ciencia que nos sirve para apañar cualquier discurso, nos dice que cada día que pasa, los récords de los dos equipos que se enfrentan este domingo están más cerca de llegar a su final.
Y no olvidemos que también el Athletic va bien servido últimamente de autoestima después de superar una fase depresiva de juego y resultados, así que estamos ante el choque de dos equipos sonrientes que ahora mismo coinciden en contemplar la vida con optimismo.
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