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Volvimos a ver un partido de los de antes. Con toda la panoplia. Un Athletic en la higuera que encaja dos goles en diez minutos, el primero por una flojera inexplicable por el centro de la defensa, que pareció en ese momento muy vulnerable, y ... el segundo con un hueco gigantesco de nuevo en la banda izquierda, complementado por la facilidad con la que llegaron los jugadores de segunda línea del Betis sin que nadie los persiguiera. Aquello pintaba mal, muy mal, y en cambio el Athletic se rehízo y soltó a continuación un gran despliegue de juego y goles, y remates a la madera, completando una primera parte formidable. Y no fue menos meritorio, si bien no se trata en este caso de un clásico local, el modo en el que el Athletic supo dormir el partido en la segunda, justo lo que había que hacer y que solía ser una asignatura pendiente.
Emoción, juego, goles y victoria. Y San Mamés de nuevo convertido en una caldera a presión, como pidiendo el respeto que siempre tuvo, tras tantas contrariedades sucesivas. San Mamés recuperando su prestigio de campo donde nunca fue fácil rascar como ahora estaba pareciendo.
Fue el partido de los Williams. Nico es uno de esos exclusivos jugadores que pueden ganar ellos solos un partido. Rompió a su marcador, como ya lo había hecho en El Sadar, y fue el protagonista principal de los dos primeros goles, bien secundado por un Vesga cuya tranquilidad tantas veces nos ha puesto de los nervios y que en cambio le ha servido para convertirse en un templado lanzador de penaltis. Iñaki jugó también su segundo partido fantástico consecutivo. Se diría que ha mejorado incluso en sus prestaciones técnicas, en los controles orientados y en los pases, como el que dio a Nico en el primer penalti o el que puso a Guruzeta, quien marcó un gran gol de oportunista y remató en dos ocasiones de cabeza. Pareció incluso más pausado, Iñaki, y cada una de sus intervenciones en el juego tenía un sentido, no era tan solo un ejercicio de entrega y buena voluntad. En realidad, el cambio fundamental es que juegue de extremo, al menos en los partidos de casa, podría entenderse mejor que en algunos partidos de fuera el equipo pudiera jugar con dos puntas. Parece una obviedad y en cambio no ha sucedido durante varios años y con entrenadores diversos. Iñaki necesita espacio para correr, eso lo ve cualquiera, el espacio que siempre ha sido improbable que encuentre jugando como delantero centro. Y se diría también que hay un factor anímico muy importante desde que los hermanos juegan juntos, una especie de sana competencia, una reciprocidad, un toma y daca por elevar el listón.
Disfrutamos de una estupenda noche de fútbol, con el entusiasmo añadido que da una difícil remontada, con la tranquilidad en la segunda parte de que el equipo marcara el tono adecuado, con la alegría que siempre produce el primer gol de un nuevo canterano, Unai Gómez, que abrió primero el balón hacia Iñaki esperando un instante para comprobar que este no estaba en fuera de juego, y que supo incorporarse después al remate con acierto.
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