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El Athletic jugó en Valencia un partido bastante insustancial, sin la intensidad habitual, con muy poco nervio. Nunca gusta perder, sea del modo que sea, pero tal vez resulte más decepcionante de esa manera tan poco disputada, casi sin chispa. Es la cuarta derrota de ... una buena temporada, y seguramente la menos lucida de todas ellas. El Madrid fue superior, pero ante el Barcelona y la Real, a pesar del engañoso resultado de San Sebastián, el Athletic compitió mucho mejor que en Mestalla, donde jugó con escasa profundidad y potencia, como si los éxitos sucesivos hubieran hecho pensar a los jugadores que los goles caerían por sí solos, como fruta madura, sin necesidad de mayores méritos. La verdad es que el partido se jugó en un tono gris, con poco ritmo. Salvo algunas evoluciones de Sancet apenas se veía la manera de imponerse a un Valencia que no es nada del otro mundo y que se diría que tampoco le habría hecho ascos a un empate. Nico Williams, que chutó en dos ocasiones con poca fortuna, casi nunca pudo con Foulquier, hasta el punto de que llegamos a pensar si no sería conveniente que cambiara de banda con un Berenguer que tampoco estuvo afortunado. A Guruzeta ni se lo vio. El número de pases erróneos, varios de ellos no forzados en absoluto, fue notablemente superior al de pases con ventaja.
El Athletic jugó un partido ciertamente decepcionante. No sé si mereció la derrota, porque el Valencia apenas inquietó a Unai Simón, pero desde luego tampoco mereció la victoria. Ni siquiera intentó la heroica cuando seguían pasando inexorablemente los minutos y no había manera de crear peligro siquiera. Con una excepción, el tiro cruzado de Unai Gómez que paró muy bien Mamardashvili.
El Athletic está jugando una estupenda temporada, había enlazado una serie de victorias consecutivas y ascendido en la clasificación a una tercera posición provisional con un número de puntos similar al de las temporadas en que fue campeón. Puede que nos hayamos acostumbrado mal y lanzado a una nueva versión del cuento de la lechera. En todas las temporadas, aún en las mejores, se producen decaimientos, a veces cuando menos se los espera, les pasa a los mejores equipos, se pierden partidos por una cosa o por otra, y tal vez sea mejor no incidir demasiado en la manera, no vaya a desvanecerse el optimismo no solo entre la afición sino también, lo que sería más grave, entre los futbolistas. Es muy difícil, en el fútbol y en todo, mantener, jornada tras jornada, el más alto nivel de los posibles, y menos el de la excelencia, a ver quién es capaz de aguantar en todo momento su perfil más favorable. También tuvo que influir, indudablemente, la serie de partidos consecutivos sin apenas tiempo para recuperar la fatiga física y mental.
Seguramente es mejor no darle demasiadas vueltas y levantarse cuanto antes, que viene el Barcelona en la Copa y puede que alguna culpa de la derrota tenga algo que ver con que pareciera que estuviéramos pensando en el Barcelona como si ya se hubiera pasado con éxito el compromiso de Valencia.
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