Raúl García se va, lo deja. Nadie dijo que fuera fácil irse de los sitios donde te sientes querido, de una profesión que es un juego. No es fácil irse del Athletic. Nos resultó difícil a todos, incluso a los que no tuvimos la más ... remota posibilidad de llegar, salvo en sueños memorables. Hay que saber irse de los sitios, qué fácil es hablar. Se va en el momento más adecuado, cuando ya tiene una edad, no estaba siendo titular ni jugaba muchos minutos. Saltaba al campo a última hora, sin apenas tiempo para arreglar un resultado o para mantenerlo. Y en la circunstancia más favorable, tras ganar una Copa que tanto se había hecho esperar y no disfrutaron tantos grandes jugadores.
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Se ha dicho que Raúl ha sido un futbolista al que todos querían en su equipo, incluida la afición, especialmente después de haberle sufrido en un equipo rival. Hasta los árbitros lo hubieran querido en el equipo de los árbitros, y sin embargo no les quedó otra que sobrellevar sus quejas, sus sonrisas descreídas o indulgentes con las debilidades humanas, sus filípicas incesantes. A Raúl la afición de San Mamés le tenía bastante paquete, incluso su fichaje contó con detractores que pronto cambiaron de opinión, como lo hicieron los dubitativos. Todos lamentamos que no hubiera venido antes, en sus mejores años. Forma parte de una larga nómina de futbolistas que llegaron más tarde de lo que nos hubiera gustado, como Zabalza, Irureta, Churruca, Lasa…, a quienes recordamos con admiración por los buenos servicios prestados.
Futbolísticamente puede que no encontrara del todo el puesto más adecuado para sus características técnicas. Es lo que les sucede a menudo a los jugadores polivalentes que lo mismo sirven para el remate que para achicar agua, para repartir juego que para recibirlo. No era un delantero centro puro, ni media punta, ni centrocampista al uso, aunque podía jugar en cualquiera de esas posiciones, y habría servido también como pivote. Hasta de central, en caso de apuro. Tal vez era segundo delantero en un equipo que jugara con dos.
Se dice también que Raúl no era el mismo durante el partido que después del partido. Podría haber servido como modelo para El Greco o para Caravaggio, como místico febril o profeta airado. En el partido es duro, mete la pierna, va al choque, riñe, gesticula, sonríe, discute por cualquier nimiedad, pero nunca jamás ha jugado con mala intención, y en ningún caso ha fingido. Reclama lo que considera justo, tenga razón o no, es cierto que de un modo tan quisquilloso que habrá puesto la cabeza como un bombo a muchos de sus marcadores y a la inmensa mayoría de los árbitros, a los que desarma después del partido cuando surge su otra personalidad, la más verdadera, la de un paisano educado, correcto, discreto, sensato, un caballero, si bien de los que saben que en los códigos caballerescos no había mayor gloria que la conquistada en el campo de batalla. Ha sido un modelo a seguir para sus compañeros, en el campo y fuera del campo, en los partidos y en los entrenamientos, por temperamento y carácter.
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