No se inquieten, el ejercicio de impotencia del Athletic ante el Getafe solo fue una triquiñuela para que se confíe Osasuna, que jugará también el próximo martes, probablemente, con eso que ahora se llama bloque bajo, y no es otra cosa que el aburrido cerrojazo ... de siempre, que tan indigesto se le hace a este Athletic sin buenos centradores ni sombra de rematadores, este Athletic que puede batir el récord de saques de esquina y centros cruzados que pasan de largo, a veces tirados sin mirar, sin levantar la cabeza, a ver si hay suerte y suena la flauta por casualidad. Descuiden, el próximo martes veremos remates a porfía, de todos los colores, los saques de esquina y los centros cruzados irán teledirigidos con el efecto y el toque precisos, exactamente a las cabezas de los rematadores del Athletic que los estarán esperando repartiéndose convenientemente el espacio interior del área, o en su caso los rechaces serán cazados por quienes vengan en segunda línea lanzados igual que aviones, con la portería entre ceja y ceja. Los centrocampistas tejerán un fútbol de campanillas, como decían los cronistas antiguos, y todos seremos felices. No se lleven mal rato mientras tanto, por la falta de fútbol, por los duelos perdidos, los resbalones, la falta de gol, de juego. Todo fue para despistar.
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No sé si me gusta esa estética a la americana de la junta directiva, aquel despliegue como de recién terminado máster de calidad en su última comparecencia, en la que se habló tanto y se dijo tan poco futbolísticamente hablando, no sé si me gusta que un partido decepcionante se prolongue con otro alarde de marketing, con Sancet celebrando su renovación desde el centro del campo, tras recibir de Iribar, al que apenas hizo caso, una camiseta con unos números infrecuentes, arriesgados, insólitos, inexplicados por ahora, eso si algún día se llegan a explicar.
Nueve años pueden ser un alivio, pero también una preocupación. Cómo no recordar los casos similares de Guerrero, de Williams. No sé si me gustan esos juegos florales entre los jugadores y la grada de animación incluso después de los partidos decepcionantes. Una cosa es la lealtad a los colores, y otra la impunidad acrítica ante el mal juego. Tanto aplauso después de un partido tan malo me recordó a ese público de los platós de televisión que se desgañita aplaudiendo cuando lo manda el realizador.
Todo el mundo miró la alineación pensando en Osasuna, considerando los futbolistas que se reservaron, algunos de los cuales saltaron al campo para jugar media hora y no consiguieron cambiar el mediocre panorama general. Otros posibles titulares tal vez pudieron retirarse antes. Fue una nueva decepción comprobar lo que le cuesta al Athletic ganar, lo que le cuesta meter un gol, lo que le cuesta jugar. No hubo elaboración, todo el afán consistía en abrir a las bandas para desde allí soltar unos centros tan torpes que parecieron premeditados. Debió de ser eso, el despliegue de impotencia y mediocridad era un truco para despistar, para que Osasuna se confíe. El martes se va a enterar.
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