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El Athletic jugó otro partido muy bravo en San Mamés y consiguió una nueva victoria de prestigio, en esta ocasión ante un equipo, el Girona, que juega muy bien al fútbol, que no está segundo en la clasificación por casualidad sino por sus propios méritos ... sobradamente probados en una temporada magnífica. Un equipo que solo había perdido ante el Madrid y ha vuelto a caer ahora frente al Athletic tenaz e incansable de las grandes gestas. Así que, como cabía esperar, contemplamos un verdadero partidazo entre dos equipos con modelos de juego casi antagónicos, pero ambos muy eficientes, cada uno en su estilo innegociable. La paciencia, el toque, la clase colectiva e individual, el juego desde atrás, la confianza en sí mismo del Girona frente a la intensidad, la potencia, la presión adelantada, la voluntad, la tenacidad en los duelos, el ritmo del mejor Athletic en San Mamés.
Un equipo, el Girona, que ha sacado muchos puntos fuera de su estadio, frente a otro, el Athletic, que ha convertido San Mamés en un fortín que recuerda cada día más al que fue en los años gloriosos.
El Athletic provocó con su presión incansable por todo el campo inhabituales errores en el pase de uno de los equipos que mejor toca el balón y se despliega desde atrás. Y lo que fue definitivo, a continuación supo sacar provecho de esas recuperaciones tan meritorias. Fue un partido redondo, sin un solo instante de pausa, que empezó con el gran gol primero de Berenguer, quien recibe un regalo, es verdad, pero le queda un mundo para culminar el primer regate, el segundo con el exterior del pie, y soltar un misil con la zurda que entró pegado a la cepa del poste, y el despeje prodigioso y providencial de Vivian, que evitó a última hora el gol del empate. No hubo un instante de tregua.
Hay quien piensa que es muy fácil el fútbol, bastaría con salir contento en las victorias y enfadarse en las derrotas. Esa propuesta encierra implícitamente la petición de poner bien al equipo cuando gana y cuando pierde, cuando juega bien y cuando juega mal, por una especie de patriotismo futbolero. Y no creo que deba ser así, flaco favor haríamos al equipo si fuéramos condescendientes tras partidos decepcionantes como el de Almería, sería la peor manera de convencer a los jugadores de que no merecen que esperemos más de ellos. El elogio sistemático y simplón sería una coartada para la mediocridad, le quitaría importancia al elogio sincero cuando lo merecen, como sucedió en el partido de San Mamés ante el Girona, más allá del resultado.
El estilo de juego del Athletic requiere de grandes esfuerzos continuados que inevitablemente pasan factura. Pero el equipo cuenta en esta temporada con relevos en todas y cada una de las líneas, de manera que en los partidos decisivos y tan esperanzadores que aún nos quedan hasta el final habrá que confiar en el equipo de la mejor manera posible, que es dando confianza a los que salgan. La finura en los intercambios habrá de ser de la mayor precisión. Si hace falta un ejemplo, ahí está el gran partido de Berenguer.
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