

Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Cuarenta años no es nada –quién soy yo para enmendar la discutible sintaxis de Gardel urdida para encajar las sílabas precisas con la medida exacta ... del verso y de la música–. Cuarenta años no es nada. La vida es tan corta y Proust tan largo, dijo Anatole France. Y después, como disculpándose de su pereza, y tal vez de su desgastado entusiasmo lector, arguyó que pertenecía, si bien a su pesar, a una generación anterior. Eso mismo nos pasa a todas las generaciones con las cosas memorables, nos pasa con el Athletic. Recordamos las finales perdidas, con el Zaragoza, el Valencia, el Barcelona de Messi que abusó tantas veces de nuestra ingenuidad, pero también las que ganamos, al Elche y el Castellón, al Barça de Maradona hace ya cuarenta años, que no es nada porque acabamos de ganar recién, como diría un argentino – el fútbol es ya más argentino que inglés, al menos en la retórica–, una nueva final tan vibrante como todas ellas, aunque nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos. Seguiremos recordando las finales de nuestra vida, ya tan larga y sin embargo tan corta. Recordamos las cosas felices que nos pasaron y entonces cómo no lamentar lo poco que nos duró aquella plenitud, menos que otras murrias, si bien nunca podríamos olvidarlas.
Con el paso del tiempo, no recordaremos con todo detalle, sería una maldición si así sucediera, como la que padeció el pobre Funes, el memorioso. Recordaremos jugadas sueltas, como a ráfagas, y a veces incluso las falsificaremos un poco sin darnos cuenta. Lo haremos con esta victoria que nos llega tras un tiempo largo, casi bíblico, en la nueva final contra el Mallorca que acabamos de ganar entre todos. Embelleceremos el recuerdo en el futuro para consolarnos del paso del tiempo, tan implacable, superponiendo los próximos días con los antiguos, las celebraciones innumerables, el paso de la gabarra… «Vivir es guardar recuerdos para el futuro», escribió un argentino. Mientras podamos: «Para siempre cerraste alguna puerta, y hay un espejo que te aguarda en vano» escribió otro, seguramente el más lúcido de los argentinos, aunque no estuviera dotado para el fútbol: una vez asistió a un partido y en el descanso se fue, creyendo que había terminado.
Pensaba en todo esto mientras disfrutaba y sufría con el partido, aunque no tanto como Toto, quien también se va a veces del estadio, no por desconocimiento sino para dejar de sufrir, sus amigos cruzamos apuestas sobre el tiempo que resistirá en la grada.
Una final ganada cuarenta años después es una parábola de la plenitud que cabe esperar en una vida corriente sin por ello dejar de pelear para merecerla cada día. El Athletic, y nosotros con él, no necesitamos ganar siempre, quizá los cuarenta años tan largos y sin embargo tan cortos sean una lección para andar por la vida. De la última final perdida no olvidaré a mi perro Rizo mirando muy serio con su bufanda rojiblanca. Rizo ya no está, pero está en la portada que abre mi telefonillo, no dejará de mirarme mientras yo pulse. Con su bufanda del Athletic, gane o pierda.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Una moto de competición 'made in UC'
El Diario Montañés
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.