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El Athletic no supo ganar un partido que incluso pudo a última hora perder. Ante un equipo que tal vez haya tenido mala suerte y tenga menos puntos de los merecidos, pero es el que, con seis, era el que menos había sumado en todas ... las ligas europeas y no había ganado un solo partido. Y a estas alturas la Liga suele poner a cada equipo en el lugar en el que le corresponde. Sí, ya sé, cómo no recordar el partido que perdió contra el Madrid y los clamorosos errores arbitrales en el Bernabéu, seguro que ha sufrido otros imponderables, pero eso no quita para que el Athletic jugara en Almería, ante el colista destacado, un partido vulgar en el que la inmensa mayoría de los futbolistas estuvieron erráticos y espesos.
Hay un maleficio que tampoco debe de ser circunstancial cuando sucede tantas veces, y es que el Athletic flaquea cuando más fácil lo tiene y se le hacen los dedos huéspedes a la afición. Tras los resultados del fin de semana, se presentaba una ocasión formidable de ponerse cuartos, es decir, de meterse en puestos de Champions. No parecía necesaria una proeza, tan solo ganarle al colista. Pero suele suceder precisamente en estos partidos, con expectativas tan favorables, véase el Cádiz y el Granada, que al equipo le entra un extraño pero recurrente vértigo que le hace echar por tierra, de mala manera, la ventaja objetiva. Incluso con uno más durante casi toda la segunda parte en esta ocasión, ver para creer.
El argumento de lo difícil que es ganar todos los partidos en Primera es un consuelo para mediocres sin aspiraciones. El Athletic hizo un partido muy malo en Almería, tal vez pensó que no haría falta siquiera marcar un ritmo muy alto, y así jugó una primera parte de una vulgaridad enervante. Hay partidos del Athletic a los que se les ve venir en seguida. Ya para la primera media hora, incluso a partir del primer cuarto de hora, se vio que no tenía su día y solo le quedaba a la afición cargarse de paciencia. El número de pases fallidos fue incontable, el ritmo era cansino, y el Athletic sin intensidad se convierte en un equipo mucho menor, no lo dijo así exactamente Valverde, pero vino a decir lo mismo de otra manera. En realidad, se contradijo desde la alineación. Además de las tres bajas importantes, Nico, Guruzeta y Vivian, Valverde dejó en el banquillo a Prados, Herrera, Sancet… Pareció contradictorio el discurso de la previa sobre la importancia de la Liga y la oportunidad de dar un golpe de autoridad en la parte alta de la clasificación y la cautela sobreprotectora con que quedaron en el banquillo jugadores fundamentales a estas alturas, porque Vesga y Berenguer son jugadores valiosos, pero pronto se vio que no tenían su día, como no lo tuvo Iñaki Williams, que se transfigura cuando juega con su hermano y se resiente de viejas torpezas si no está.
Fue desesperante la falta de luces que llevaba a colgar y colgar balones a la repelea, cuando esa era precisamente la única opción que le quedaba a un equipo que jugaba con diez: despejar y despejar en el área centros insustanciales.
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