El Athletic ganó un partido épico en el que sucedió de todo: siete goles y otros dos bien anulados, dos penaltis que pudieron ser más, réplicas y contrarréplicas, llamativos aciertos y errores, intercambio sucesivo de golpes. El Celta fue mejor en la primera parte, cuando ... el Athletic no conseguía elaborar en el centro del campo y anduvo al garete en la defensa. Menos mal que un gran Nico Williams, al que hay que atar cuanto antes porque cada día es un futbolista más apetecible para los clubes del dinero y el colorín, incluidos aristócratas arruinados que acechan para llevárselo gratis repitiendo la jugada, un gran Nico, digo, se las arregló para volver locos a sus pares –y hablo en plural porque se atrevió a menudo con dos–, puso un pase que acabó cazando Sancet y una asistencia que remató Guruzeta. Terminaba así un primer tiempo en el que el Athletic no se soltaba de la presión del Celta y sufría en cada una de sus contras.
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En el segundo tiempo el Athletic salió con una mejor actitud y se hizo con el control del juego al menos durante media hora, en la que marcó el tercer gol, de nuevo de Guruzeta, quien caza un despeje del portero a tiro cruzado de Nico, y ya van tres pases de gol. Pareció que el Athletic podría desembarazarse ya de un Celta que se resintió con ese gol, cuando en una contra inexplicable para un equipo medianamente organizado llegó el empate a tres. Un gol en el que Aspas recibe con ventaja un pase largo desde la defensa y solo tiene que ceder el balón a Larsen para que este empate el partido sin oposición, puede servir como ejemplo en su elementalidad de dos pases, de la fragilidad defensiva del Athletic.
Poco después llegó el penalti del Celta. Lo tira bien Iago Aspas y Unai Simón lo saca con una parada fantástica, confirmando una vez más que es un portero de los que dan puntos. Un penalti de una gran plasticidad, con el portero dejando un pie dentro de la raya de gol, como manda el reglamento, y llegando a despejar el balón con una estirada prodigiosa. Y por si habían sucedido pocas cosas, en el último suspiro otra vez Berenguer marca, en esta ocasión de penalti, por mano clara dentro del área como el primero, para conseguir una estupenda victoria ante un rival que no mereció perder. Antes de ese penalti hubo otro aún más claro en una entrada temeraria de Unai Núñez a De Marcos, a quien dentro del área le clava los tacos en el muslo, lo que mereció además del penalti la expulsión.
También Vivian y Dani García podrían haberse ahorrado sendas tonterías dentro del área. A mí me parece que el VAR debería estar para advertir al árbitro sobre jugadas fundamentales que no ha visto o ha interpretado mal. Así en general, y dentro del área especialmente. Las excepciones, ahora sí y ahora no, solo sirven para confundir. Puede que la nobleza tantas veces probada de De Marcos, que no se dio revolcones sobre el césped, contribuyera a que la jugada se fuera al limbo, cuando la entrada de Núñez fue tan grave como aquella de Carvajal que tiene aún renqueante a Yuri Berchiche.
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