![Aquí está, esta es, la afición de San Mamés](https://s2.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/2024/04/14/1479969462-kJ9G-U2102095916125Gl-1200x840@El%20Correo.jpg)
![Aquí está, esta es, la afición de San Mamés](https://s2.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/2024/04/14/1479969462-kJ9G-U2102095916125Gl-1200x840@El%20Correo.jpg)
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Y bien, el Athletic ha vuelto a casa, a San Mamés, a la Liga, a la pelea por la Champions, el nuevo reto apasionante en esta temporada de consolidación en la fiabilidad, la intensidad y el buen juego, después de una semana larga y memorable, ... celebratoria del éxito largamente esperado y sincera expresión colectiva del homenaje, no solo de la afición en general sino de la ciudad y sus pueblos, al que se sumaron peñistas de las geografías más impredecibles y remotas, vascos por el mundo y asimilados, no por esperado menos multitudinario, sorprendente, emocionante, desbordante. También en las celebraciones el Athletic y su peña son un caso único en el fútbol mundial.
Tomen nota los futbolistas, especialmente aquellos que pudieran estar soñando ahora con el éxito universal y el dinero estratosférico. Tal vez eso estuviera al alcance de algunos, aunque también se han dado casos, verdaderos contraejemplos para la ambición, exponentes del principio de Peter, de quienes se fueron para quedarse en poca cosa deportivamente hablando, con el bolsillo lleno pero el éxito menguado y sintiendo el frío y la distancia que se dan por esos mundos, nostálgicos tal vez ahora de no haber llegado a experimentar el afecto en su más alto grado que vivieron y no olvidarán nunca los que prefirieron quedarse al calor de la afición.
El Athletic y su afición son así. La gabarra, por dar un nombre al estallido de alegría colectiva, fue un éxito de planificación, de seguridad, de civismo, de ese señorío que ha caracterizado tradicionalmente a la afición de San Mamés y que no podrían empañar los cuatro mendrugos que dieron la nota desafinada en Sevilla, contrastando con el comportamiento admirable de la inmensa mayoría de expedicionarios, los mismos cuatro mendrugos que deberían dejar su agresividad en la puerta de San Mamés, dejar los insultos y las melonadas pseudopolíticas con las que profanan unas gradas célebres por su deportividad, acreditadas a lo largo de los años, que aplauden a los grandes jugadores ajenos y los gestos de sana deportividad de los propios.
Una expedición respetuosa que no confundió la alegría con las bravuconadas, una directiva que fue la primera en pedir respeto institucional a la afición. Una afición que desbordó Bilbao y los márgenes de la ría, en la que se sumergieron numerosos inmigrantes ataviados con camisetas y bufandas rojiblancas, los mejores símbolos de la integración y el respeto mutuos. La directiva del Villarreal mostró su enfado por la dura competencia en la contratación de jóvenes promesas, en un mercado futbolístico cada vez más competitivo, no acudiendo a la comida oficial, pero su equipo, con Marcelino a la cabeza, hicieron el obligado pasillo al campeón. Marcelino es también un caso significativo de conversión e integración. Pasó de ser un técnico controvertido a propagandista entregado del club y la afición, lo que demuestra con ese atisbo de nostalgia que se observa en su discurso sinceramente admirativo.
Aquí está, esta es la afición de San Mamés, entendida, elegante y respetuosa.
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