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En Estados Unidos un presidente que está en los últimos días de su mandato sin opción a ser reelegido es un 'pato cojo', una curiosa y un tanto cruel forma de denominar a alguien que está a punto de irse a su casa después de ... ostentar el poder. Se sobreentiende que el presidente saliente se limitará a dejar pasar sus últimos días en el mando sin tomar ninguna decisión trascendental.
En teoría a Aitor Elizegi le quedan dos meses en Ibaigane, así que podríamos decir que es nuestro 'pato cojo' y que de él ya solo se espera que organice un traspaso de poder ordenado con quien será el siguiente inquilino del palacete de Alameda Mazarredo y no se inmiscuya en asuntos como la elección del entrenador que, en buena lógica, corresponden a quien ejercerá la responsabilidad a partir del verano. Afortunadamente, el sentido común del que está haciendo gala Marcelino le ha ahorrado al club otro motivo de controversia.
Aunque el actual presidente proclamó en repetidas ocasiones que si resultaba elegido anunciaría al día siguiente (28 de diciembre de 2018) la fecha de los siguientes comicios, tampoco esa promesa electoral ha sido cumplida. Ahora se supone que las elecciones serán en junio, aunque no sea lo mismo que se celebren el día 1 o el 30, claro, y menos teniendo en cuenta que la próxima temporada comenzará el 12 de agosto, lo que sitúa el arranque de la pretemporada prácticamente en la primera semana de julio. El nuevo equipo directivo no andará precisamente sobrado de tiempo para planificar su primer curso.
Paradójicamente esos dos meses, lejos de ser un tranquilo periodo de transición, se han convertido en un tiempo de vértigo en el que el club celebrará dos asambleas extraordinarias de compromisarios de gran alcance para la vida de la entidad. El 7 de abril los representantes de los socios deberán decidir sobre la tan traída y llevada grada de animación, la pirámide del presidente, si nos atenemos a su contumacia. Todavía sigue sin fecha la asamblea en la que se discutirán los nuevos estatutos.
Ambas cuestiones tienen tanta trascendencia para el futuro del club que cuesta entender que se vayan a solventar cuando el mandato ya está en los minutos de la basura, por seguir con el lenguaje americano. De aprobarse la modificación de la grada, le tocaría al nuevo presidente gestionar un cambio que podría no coincidir con su modelo. Como el artículo 22 de los actuales estatutos obliga al club a convocar una asamblea promovida por un 5 por cien de los socios en los treinta días siguientes a la fecha de su requerimiento, la celebración del cónclave extraordinario del 7 de abril no puede ser objeto de discusión.
Este asunto de la grada de animación amenaza con provocar un cisma entre los socios. Pocos son los que cuestionan que el club reserve un determinado número de localidades a precios asequibles para los aficionados más jóvenes. La discusión empieza a partir de este consenso básico y no hay acuerdo ni en el nombre: grada de animación, grada joven o grada popular, como se escribe en la convocatoria de la asamblea; un tema, el de la denominación, que no es baladí porque el propio nombre define la idea que tiene cada uno de lo que debe ser esa localidad. Como tampoco es un asunto menor, ni mucho menos, la ubicación de los socios que hace diez años eligieron esa tribuna y ahora se verían obligados a desalojarla.
En cuanto al debate sobre los nuevos Estatutos, la convocatoria de esta asamblea extraordinaria es una prerrogativa del presidente y su junta y no hay razón para forzar su celebración en vísperas de unas elecciones más allá de la voluntad de los responsables.
La propia dificultad que entraña la aprobación (se requiere una mayoría de dos tercios), aconseja un debate sosegado, una labor de pedagogía que requiere su tiempo, un liderazgo y un consenso más amplio del que actualmente existe en el seno del club. Probablemente a los redactores del anteproyecto les importará menos bajo qué presidencia se apruebe la reforma, que el hecho mismo de que los socios ratifiquen finalmente su trabajo en las urnas. No se trata de colgarse medallas sino de que el Athletic disponga de un armazón normativo actualizado que garantice su buen funcionamiento de acuerdo con los tiempos que vivimos.
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