Yeray intenta despejar el balón en un momento del partido del domingo ante el Barcelona El central fue uno de los más destacados del equipo y salvó un gol. Ignacio Pérez

Un mes desahogado antes de la final

El Athletic, que este año ha superado con nota los rigores del calendario en enero y febrero, sólo disputará tres partidos antes de la gran cita en Sevilla con el Mallorca

Miércoles, 6 de marzo 2024, 00:53

El Athletic concluyó el domingo ante el Barça un tramo de la competición, caracterizado por la acumulación de partidos, que en temporadas anteriores le había provocado bastantes desperfectos en la carrocería. Cambiábamos de año y los cronistas, que tenemos más automatismos que el equipo mejor ... engrasado, hablábamos de la dura cuesta de enero, que se prolongaba a febrero e incluso a principios de marzo, ya que los rojiblancos tenían la sana costumbre de avanzar firmes en la Copa hasta las semifinales. Y hablábamos de ese periodo con una cierta aprensión, ya que el Athletic, con alguna salvedad meritoria -en 2019, Gaizka Garitano levantó al equipo en estos primeros meses del año- ha acostumbraba a pagar caro en la Liga el desgaste de disputar dos partidos por semana; hasta el punto de que solía perder pie y entrar en una dinámica de irregularidad que, al final del campeonato, le terminaba dejando fuera de Europa.

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La temporada pasada, sin ir más lejos, el Athletic llegó al parón de Liga por el Mundial en cuarta posición, a dos puntos del tercero, que era la Real. Pues bien, a finales de febrero los rojiblancos eran octavos a 11 puntos de los donostiarras, a 10 del Atlético, que era cuarto, y 8 del Betis, quinto. Incluso Rayo y Osasuna le habían adelantado. Pues bien, entre las muchas cosas que el equipo ha revertido esta temporada, como si le diera la vuelta al calcetín, se encuentra el peaje de esta famosa cuesta. Sencillamente, ha desaparecido. Es más, los rojiblancos han aprovechado estos dos meses para distanciar a sus principales rivales en la lucha por Europa. Acabaron 2023 con la Real a 4 puntos y el Betis, a 6, y ahora los tienen a 10 y a 8, respectivamente. En ambos casos, además, con una diferencia de goles (+ 20 frente a +4 del Betis y +8 de la Real) que hace presuponer una ventaja en el average final.

Los rojiblancos, en fin, han superado el tramo que se les venía atragantando y se encuentran en una situación ideal. Dentro de un mes jugarán la final de Copa y hasta entonces vivirán uno de los periodos más desahogados del calendario con sólo tres partidos: Las Palmas, Alavés y, tras el parón de selecciones, la visita al Santiago Bernabéu. Habrá tiempo, por tanto, para que los jugadores puedan oxigenarse, entrenar con normalidad, algunos incluso recuperarse de las molestias que arrastran. Lo cierto es que se dan las circunstancias para que el Athletic llegue a la final de La Cartuja en las mejores condiciones posibles, desde luego mejor que en cualquiera de las finales anteriores. Esta vez, si no sucede una desgracia, viajarán con la agenda de compromisos más liberada, la autoestima por las nubes y un estado de forma magnífico.

Eso sí, para ello habrá que esmerarse durante este mes. Valverde va a tener que seguir hilando fino. Que el equipo sostenga su nivel de juego, comenzando por el partido del domingo contra la Unión Deportiva Las Palmas -por cierto, uno de los equipos que más le ha exigido al Athletic en San Mamés- es fundamental. Y no sólo para terminar de dejar casi cerrada la clasificación europea y llegar a la final con la tranquilidad que dan los deberes hechos, sino para seguir manteniendo encendida la llama de la Champions; una ilusión que no se puede descartar teniendo en cuenta que el Atlético está a cinco puntos y queda pendiente un enfrentamiento con ellos a finales de abril, en la jornada 33. A nadie se le escapa que no hay mejorar manera de ser quinto que pelear a muerte por ser cuarto.

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Las Palmas, Alavés y Madrid serán los rivales de un Athletic que tampoco quiere olvidarse de pelear la Champions

La presión

El otro aspecto nuclear del trabajo del técnico rojiblanco será el psicológico. En este sentido, se podría hablar de una doble vertiente, la pública y la privada, que será la que desarrollará dentro del vestuario. La pública es fácil de prever. De hecho, hay que darla por descontada. Ningún entrenador que no sea un chisgarabís y tenga un afán de protagonismo enfermizo haría lo contrario. Valverde, muy serio, centrará su discurso en los tres partidos de Liga y no hablará de la final ni con fórceps hasta después del partido contra el Real Madrid el 31 de marzo.

La vertiente privada es más compleja. Quién sabe si Valverde se apoyará en la ayuda profesional de los psicólogos del club. No sería de extrañar porque el objetivo es doble y complicado. En primer lugar, que los jugadores no se descentren durante este mes, que sepan aislarse un poco de la atmósfera volcánica de ilusión y euforia que les va a rodear, y que irá creciendo día a día hasta estallar con el desembarco en Sevilla. Y en segundo lugar, metabolizar bien la presión, que se quiera o no va a ser máxima, superior a la de finales anteriores porque esta vez el Athletic partirá como claro favorito, algo que no le sucede en una final desde la tristemente famosa de 1977 ante el Betis.

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¿Cómo reaccionarán los jugadores? Sólo se sabrá cuando el balón empiece a rodar en La Cartuja. Es cierto que los precedentes no son muy halagüeños, pero tampoco hay que detenerse demasiado en ellos. El Athletic ha cambiado mucho. Y no nos referimos sólo a solidez y contundencia de su juego sino a su fisonomía, a su once titular. Pensemos que, salvo sorpresa de Valverde o imponderable en forma de lesión, contra el Mallorca sólo jugarán dos futbolistas que disputaron la final contra el Barça de 2021: De Marcos e Iñaki Williams, los dos capitanes. El resto serán nuevos, en su mayoría jóvenes sedientos de gloria y sin experiencias traumáticas en las seis finales perdidas desde 2009.

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