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Los guantes, la mascarillas, los desinfectantes y la distancia social son los símbolos de los nuevos tiempos. Ellos fueron los protagonistas del primer entrenamiento del Athletic tras 58 días de ausencia de Lezama y un confinamiento que ha obligado a los jugadores a entrenar en ... sus domicilios.
Gaizka Garitano fue el primero en pisar el césped. Ya estaban colocados los conos, las picas, los bancos y los muñecos de jugadores con los que se hacen las barreras. Con su pantalón corto y su camiseta de entrenamiento oficial, el técnico entró en el campo uno a las 09.09 horas. Llevaba unos guantes y una mascarilla que no se quitó hasta que lo abandonó a las 13.30 horas.
Al poco apareció Patxi Ferreira, su ayudante, pertrechado de la misma forma. Su primera tarea consistió en situar entre ambos sobre el campo unas cajas de gimnasio. Con ellas tiraban las paredes los jugadores. El protocolo de la Liga indica que un balón no puede ser golpeado por dos futbolistas en esta primera fase de entrenamientos individuales.
El preparador físico, Juan Iribarren, y el encargado de material, Iker López, se unieron al poco. El segundo no paró. Desinfectó los alrededor de diez balones que emplearon los jugadores y luego hizo lo mismo con cada esférico que devolvían los futbolistas tras finalizar su circuito.
Los entrenadores remacharon ante sus pupilos que no se podían compartir. «Cada uno con su balón bien desinfectado», explicó Ferreira a las 10.25 cuando De Marcos y San José saltaron al campo.
El supervisor de la Liga observaba desde detrás de una portería que el protocolo se cumpliera a rajatabla. No debía haber más de seis jugadores a la vez en el campo, debían mantener entre ellos una distancia mínima de cuatro metros y no podían compartir herramientas.
Garitano dividió a sus jugadores en dos grupos. A un lado los cuatro porteros -Unai Simón, Herrerín, Oleaga y Ezkieta- y al otro los 25 de campo. Los primeros se ejercitaron por turnos en el campo dos. Los segundos emplearon el campo uno y el tres, en el que estaban a la vista de los periodistas a quienes se impidió acceder a las instalaciones.
Aduriz fue el primer jugador en saltar al césped. Lo hizo a las 09.30 horas. Inauguró la nueva era de entrenamientos bajo el coronavirus. Como todos, llegó con las botas y vestido con su ropa de deporte desde casa. Tras aparcar en el parking subterráneo, se le tomó la temperatura. Se colocó unos guantes y una mascarillas con los que se dirigió al campo. Se los quitó al pisar el campo, aunque otros compañeros mantuvieron la prenda que protege las manos durante la sesión. Cada jugador disponía de dos botellas de agua desinfectadas, una para el inicio y otra para el final, que no podían compartir.
Tras el delantero comenzaron a aparecer jugadores de dos en dos cada quince minutos: Iñigo Martínez-Lekue, Kodro-Raúl García, Muniain-Balenziaga, San José-De Marcos, Williams-Ibai Gómez, Yeray-Dani García, Capa-Córdoba, Beñat-Villalibre, Unai López-Guruzeta, Vesga-Vivian, Sancet-Núñez y Berchiche-Larrazabal.
La sesión de cada jugador se prolongó por espacio de 45 minutos. Treinta de ellos los hacían con un circuito en el campo. Allí no podían coincidir nunca más de seis futbolistas. Dos arrancaban en un fondo con Ferreira. Sorteaban conos, picas y lanzaban balones al segundo entrenador.
Qué bueno que volviste. ⚽❤️ pic.twitter.com/4330qDvhIT
IÑAKI WILLIAMS (@Williaaams45) May 10, 2020
Tras casi dos meses sin tocar una pelota, es esencial que los jugadores vuelvan a hacerlo. Era necesario que hicieran controles, pero el problema era que no podían compartir el esférico con nadie. ¿Cómo hacerlo? La solución fue imaginativa. Garitano y Ferreira emplearon redes enmarcadas que manejaban con las manos para dar rebotes en balones altos. En los bajos, los jugadores se apoyaban en las cajas de gimnasio para hacer paredes. Cuando un balón se iba lejos era el propio jugador el que debía ir a por él. Nada de recogepelotas. Vuelta a la niñez. Como dijo Ferreira a uno de ellos, «la ley de la botella, el que la tira va a por ella».
Después de quince minutos con Ferreira, los jugadores pasaban al otro lado del campo. Allí les esperaba Garitano, que les arengaba mientras sorteaban obstáculos camino de la portería. «¡Vamos Wily, que ahí puede estar la victoria!», animó a Williams. «Controles de calidad, controles de calidad», se le escuchó pedir en varias ocasiones.
Tras acabar con él, dejaban el balón, que era desinfectado, y pasaban al campo tres para correr por espacio de otros quince minutos. Luego tenían la opción de ir al gimnasio, pero nunca podían estar más de dos allí.
Tras concluir se dirigían al automóvil y se iban a sus domicilios con la ropa sucia tras recoger una bolsa precintada con la que usarán hoy. El plan del club es que los entrenamientos individuales duren quince días antes de pasar a los de grupos de ocho jugadores.
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