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No hay nada que frene a la afición del Athletic. Ni si quiera los más de 900 kilómetros que separan Málaga de Bilbao. Y si no que se lo digan a Alejandro Jiménez, que este jueves cruzó España para vivir el Athletic - Roma en La Catedral. El joven se levantó a las 3.30 de la madrugada para comenzar con la aventura que ha narrado a través de su perfil de TikTok (@bilba008). Se puso la elástica rojiblanca, la bufanda y salió de su casa, en Fuengirola, rumbo al aeropuerto de Málaga.
Aunque no pudo viajar con él, también vistió con una camiseta del Athletic a su perro Dalí. «Era un día especial y él lo sabía», asegura. Una vez en Bilbao y tras un café para recuperarse de la falta de horas de sueño, «el día empezó a sonar así», dice. Las siguientes imágenes son de la gran fiesta rojiblanca que se montó en la capital vizcaína. Poco antes del partido, Alejandro entró en el campo y celebró cada gol como un auténtico athleticzale. «Fue un día redondo», asegura.
Esta ilusión y fervor por el Athletic es culpa de su abuelo, «que no era de Bilbao, si no de Córdoba. De hecho, nunca estuvo en Bilbao», explica. La afición por el club «pasó a mi padre, que tampoco ha estado nunca allí y nos lo inculcó a mi hermano y a mí, que seguimos con la bendita tradición familiar». El último en sumarse a toda esta locura ha sido su sobrino de siete meses, que se llama Julen «por Julen Guerrero y nació el 8 del 8, ese bendito número», añade.
Esta ha sido su segunda vez en San Mamés. La primera fue hace dos años, «cuando le organizamos la despedida de soltero a mi hermano, al que llevamos hasta el mismísimo San Mamés con los ojos vendados», recuerda. De su reciente visita a Bilbao, Alejandro se queda con «las ganas y la ilusión que se respiraban. Me daba la impresión de que en ninguna cabeza de la afición cabía otra posibilidad que no fuese remontar. Fue mágico», apunta.
Ya de vuelta en casa, pero aún con los sentimientos a flor de piel, el joven malagueño confiesa que, «una vez vives esto, me entra en el cuerpo la necesidad de volver en cuanto pueda». Por eso, tanto él como su hermano tienen una misión: «la próxima vez en San Mamés tiene que ser con mi padre, que nunca lo ha visitado y también es del Athletic desde la cuna», desvela. Para poner el broche de oro a esa promesa, también desea «que mi sobrino conozca el mágico lugar donde se gestan las grandes batallas rojiblancas».
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