La locura creciente de todos los veranos
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Cada vez se antoja más justo y necesario que el mercado del fútbol se cierre coincidiendo con el inicio de las LigasEl mercado del fútbol vive unas horas frenéticas antes de su cierre, hoy a las doce de la noche. Es algo que sucede todos los años por estas fechas, pero uno tiene la impresión de que la cosa va a más en lo que a ... frenesí y despiporre se refiere. Basta con echar un vistazo al paisaje digital. Todo parece a punto de estallar. La cuenta atrás se transmite minuto a minuto y se habla de una situación al rojo vivo, de máxima tensión, de angustia y suspense, de pánico a los 'clausulazos', de llegadas inminentes, sorpresas, desastres... Esto empieza a ser una cosa de locos y, por lo visto, no hay manera de evitarlo. De modo que sólo nos queda resignarnos y suspirar para que vuelva a llegar el día en el que el cierre de este zoco disparatado coincida exactamente con el inicio de las competiciones.
¿O acaso alguien duda de que este trajín de idas y venidas, de ofertas y contraofertas, está alterando el normal desarrollo de la competición? ¿Alguien duda de que esta locura impide que los entrenadores sepan a qué atenerse con la composición de sus plantillas y que los futbolistas hagan su trabajo con la debida concentración en el arranque de la Liga? En principio, no debería ser tan complicado que la UEFA sea estricta en este sentido, de manera que no tengamos que sufrir la broma pesada de ver a un futbolista jugando en dos equipos distintos en los dos o tres primeros partidos de un campeonato. Pero da la impresión de que los gestores del fútbol europeo no tienen demasiado interés en apretar las tuercas a los grandes clubes, que son los más interesados en que este mercado se alargue lo máximo posible. Y es que así pueden aprovechar estos primeros partidos de agosto para tener más claras sus opciones y necesidades.
Aparte de adulterar la competición, algunos pensamos que este mercado tan descontrolado está deteriorando la imagen del fútbol. Todo se antoja más desconcertante e improvisado. Cualquier locura parece normal. En España, sin ir más lejos, un club con una deuda de 1.350 millones y un patrimonio neto negativo de 451, como es el Barcelona, va a acabar gastándose cerca de 200 millones este verano. No es que los viejos tiempos fueran ejemplares y las transacciones rebosaran entonces integridad. En absoluto. Hace mucho años, casi desde la llega del profesionalismo, que el fútbol es un mercado turbio, lleno de zonas de sombra y trapacerías. Ahora bien, al menos en los precios, uno sabía más o menos a qué atenerse, todo lo contrario de lo que ocurre ahora.
Ayer leíamos que el Valencia había traspasado a Soler al PSG por 18 millones. La cifra se antojaba baja para un futbolista de esa calidad, aunque todos sabemos que los actuales rectores del equipo ché, que hace dos años fueron capaces de desprenderse de Parejo gratis y de Coquelín por ocho millones, son a la inteligencia negociadora lo que Pepe Gotera y Otilio a los trabajos de reformas y mantenimiento. Aún así, Lim y los suyos no están solos. Lo digo pensando, por ejemplo, en los 100 millones que ha pagado el Manchester United por Antony o en los 70 del Newcastle por Isaak. Por no hablar de los 85 y 55, respectivamente, que el Chelsea se ha dejado por Fofana y Cucurella.
Están locos estos romanos, decía Obélix, cuya opinión sobre sus invasores bien podría trasladarse ahora a la Premier, cuyos clubes han roto los precios y dan la impresión de poder encender los puros con billetes de cien libras. Entre los veinte clubes se han gastado 2.100 millones, récord histórico. El Leeds, por ejemplo, se ha dejado 108 millones para reforzarse y el Nottingham Forest, recién ascendido, ya lleva 130. El Manchester United suma 230 y tampoco parece que semejante gasto le vaya a dar réditos a corto plazo. La locura es tal que no me extraña que muchos entrenadores, angustiados con el tic-tac del reloj de la cuenta atrás, pasen estos últimos días rogándole a la virgencita que puedan quedarse como están.
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