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Athletic, Acero Club y Garrincha
Juan Infante
Jueves, 11 de abril 2024, 23:38
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Juan Infante
Jueves, 11 de abril 2024, 23:38
Tomás Garrincha, el gángster de Olabeaga, vivía justo debajo de San Mamés, junto a la ría. Había nacido en Portugalete y recordaba muy bien cómo ... con cinco años, junto a un Puente Colgante abarrotado, de la mano de sus padres, vio navegar a la gabarra por la ría. Con el tiempo, instalado en Olabeaga, asentó aquellos recuerdos a través de sus dos pasiones: el Acero y el Athletic. Desde su casa oía los goles que retenía en sus oídos después de tantos años.
En el barrio se sabía que el primer equipo que sacó la gabarra fue el Acero Club de Olabeaga en 1924 cuando se proclamó campeón de España de la serie B. Había sido fundado cuatro años antes por unos trabajadores de Astilleros Euskalduna y allí comenzó su historia.
Garrincha lo había pasado muy mal. No recordaba en todos sus años de peripecias fuera de la ley esa angustia instalada en sus entrañas que no lo dejaba vivir.
Hace sólo una semana llevaba varios días sin dormir, se desvelaba y aparecían recuerdos de otras finales perdidas; además, un nudo en el estómago le impedía comer y sólo conseguía tragar algunos alimentos. Y todavía faltaban tres días para la final.
Aquello no era vida y no podía dejar de preguntarse. ¿Merecía la pena llegar a una final? ¿Merecía la pena sufrir tanto?
Recordó a Carlos Gardel.
'Volver/ Con la frente marchita/ Las nieves del tiempo platearon mi sien/ Sentir/ Que es un soplo la vida/ Que veinte años no es nada...'
Ahora eran cuarenta en vez de veinte, pero es que cuarenta años tampoco eran nada si por fin los sueños se cumplían.
Volvía a estar feliz; la angustia se disipó arrastrada por el viento, cuando el balón disparado por Berenguer se alojó en el fondo de la portería.
Estaba esperando a la gabarra al final de Olabeaga, donde llevaba años echando la caña sin pescar nada; su mujer, Teresa, estaba a su lado y sonreía a la muchedumbre que allí se apretujaba.
A ella sí que le angustiaba vivir esperando a que la Ertzaintza se presentara cualquier día en nuestra casa; ver ganar al Athletic era dar normalidad a su vida.
A Garrincha le daba envidia, era la voz del pueblo; lo de él tenía difícil solución, pero ahora con la gabarra que se divisaba a lo lejos vivía el presente y lo iba a disfrutar.
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