De Marcos y Agirrezabala felicitan con alivio a Unai Gómez tras lograr el penalti que dio el pase a octavos. mMnu Cecilio

Sofocón en Las Gaunas

Permitir que un rival cuatro categorías inferior complete secuencias de hasta una docena de pases, o perder la mitad de los duelos, evidencia que el Athletic que tanto admiramos este año no estuvo anoche atinado

Domingo, 5 de enero 2025, 00:48

No es lo mismo tirar penaltis buscando la gloria que tirarlos para evitar un bochorno histórico. Qué distintos aquellos lanzamientos de La Cartuja y estos de Las Gaunas. El que buscaba la gloria anoche era la UD Logroñés, se les veía en las caras a ... los riojanos. Llegar a los once metros ya era un triunfo en sí mismo para ellos. Para los de Valverde el punto de penalti era un purgatorio, la antesala del infierno que se podía abrir ante ellos en caso de fallar.

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Afortunadamente no ocurrió. Unai Gómez se vistió de Berenguer y marcó el lanzamiento decisivo. No hay una explicación racional al asunto, salvo que su repetición cada temporada nos indica que algo debe de pasar en estos partidos tan desiguales sobre el papel y que acaban convirtiéndose en un dolor de cabeza para el grande, cuando no en algo mucho más grave como una eliminación temprana. A los hechos nos tenemos que remitir.

En general la historia se suele repetir con pocas variantes. Se trata del partido del año, cuando no de la vida, para los locales, y un trámite incómodo, cuando no desagradable para el que no tiene apenas nada que ganar, y en cambio puede perderlo todo si se descuida. La motivación, ese intangible que tanto influye en cualquier partido, adquiere aquí categoría de decisivo.

No diremos que los rojiblancos salieran despistados o poco motivados. No será porque no les advirtió Valverde al respecto. Pero está claro que tampoco se les veía con la tensión habitual, como si pensaran que el partido caería de su lado por la ley de la gravedad. Y claro, eso de que los partidos no se ganan por la camiseta se viene diciendo desde que el fútbol es fútbol; lo mismo que aquello de que no hay enemigo pequeño, por cierto. Los tópicos suelen ser muy útiles a veces para explicar lo incomprensible.

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Permitir que un rival cuatro categorías inferior te haga secuencias de hasta una docena de pases, o perder la mitad de los duelos, nos dice que el Athletic que tanto estamos admirando este año no estuvo anoche en Las Gaunas. Si el Athletic no sale afilado, acaba teniendo problemas con cualquiera. El argumento y las presumibles razones que explican el esperpento se repiten como el ajo año tras año. El once titular es un conglomerado de suplentes, meritorios y futbolistas con poca presencia habitual en el equipo, así que no hay coordinación y los automatismos no funcionan como de costumbre. A medida que transcurren los minutos con el marcador inmóvil, el pequeño se crece porque ve que la orilla está más cerca, y el grande empieza a hacerse un lío consigo mismo. La grada entra en estado de euforia y la romería está servida.

No es por señalar, porque ya se encargó Valverde de hacerlo con sus tres primeros cambios a la hora de juego. Quitó del campo a los dos extremos, Djaló y Serrano, y a un Herrera que se ganó una amarilla por una entrada a destiempo después de que minutos antes el árbitro le perdonara otra por una acción similar. Lo de llegar tarde a las disputas generalmente no suele ser por casualidad.

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Valverde solo vio lo que todos estábamos observando, así que en el ejercicio de sus atribuciones maniobró para corregir lo que era obvio. Que tuviera que recurrir a sus pesos pesados para arreglar lo que ya empezaba a ser una broma pesada, nos ahorra cualquier explicación.

Lo malo es que los relevos tampoco vinieron con la solución bajo el brazo. Hubo algo más de dinamismo, sí, y durante una corta fase se acentuó el dominio del Athletic. Pero tampoco nada como para echar cohetes. A esas alturas del partido la cosa ya estaba lo suficientemente complicada como para que la inspiración le llegara llovida del cielo a un equipo obtuso toda la noche, que no fue capaz de disfrutar de una ocasión digna de tal nombre hasta la que se fabricó Nico Williams en el minuto 114.

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