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Iker Muniain se convertirá esta temporada en el segundo jugador del Athletic con más partidos jugados, solo por detrás de Iribar, que disputó 614 partidos, y adelantando al recientemente desaparecido Txetxu Rojo, que vistió la camiseta rojiblanca en 541 ocasiones. Muniain ya acumula 535. Bien ... es verdad que el portero necesitó dieciocho temporadas para establecer su récord y el extremo una menos, mientras que Muniain llegará a la segunda plaza del ranking con catorce temporadas a sus espaldas.
Los números avalan una trayectoria que, sin embargo, no termina de convencer a una parte de la familia rojiblanca. Hablamos de intangibles y de generaciones separadas, además de por los años, por diferencias notables en la manera de estar y entender el mundo, pero es evidente que la percepción que se tiene de estos jugadores que conforman el podio es distinta para los que han conocido a los tres.
Desde su irrupción en el primer equipo con Caparrós, cuando todavía le faltaban tres meses para cumplir los diecisiete, Muniain ha sido un elemento disruptivo en el tradicional discurso del club más aferrado a una tradición que atiende tanto a la ética como a la estética. No se puede decir que Muniain responda al estereotipo del jugador del Athletic, ese futbolista ejemplar que el socio de toda la vida quiere ver dentro y fuera del campo. Si Yeste ya escandalizó a más de uno con aquel corte de pelo mohicano, con Muniain los socios que más quinquenios acumulan en sus carnets se han tenido que rendir a la evidencia de que los tiempos y las modas también corren para el Athletic, quizá porque han olvidado que, en su día, los que ahora se consideran clásicos valores del club, también fueron unos modernos contestatarios que lucieron melena ye-ye y hasta barba reivindicativa. En contraposición, Muniain conecta con los sectores más jóvenes.
Iker Muniain ha llamado la atención dentro y fuera del campo desde su debut. Sobre el verde con su fútbol individualista y atrevido; más allá de las líneas de cal, por algunas fotos publicadas desde la inconsciencia de la reacción que provocarían en una época de vacas flacas deportivas y en plena pandemia.
Agua pasada en cualquier caso, porque tanto en el campo como fuera, Iker Muniain, que cumplirá 31 años el próximo diciembre, se nos ha hecho mayor, con todo lo que eso conlleva para bien y para mal. Aquel crío descarado que irrumpió en San Mamés tras subir los peldaños de Lezama de dos en dos, sustituyendo a Toquero en la segunda parte del partido saldado con una penosa derrota ante el Young Boys es ahora, catorce años después, todo un capitán que se esfuerza por dejar atrás su vieja imagen para sustituirla por la de alguien que asume las responsabilidades que acarrea el brazalete.
Es el debutante más joven en la historia del Athletic y fue el goleador más precoz de la Liga, pero el niño que deslumbró con su atrevimiento con la pelota no ha terminado de cumplir todo lo que prometía sencillamente porque satisfacer semejantes expectativas solo está al alcance de unos pocos privilegiados y porque, no lo olvidemos, dos gravísimas lesiones interrumpieron su trayectoria cuando disfrutaba de dos de los mejores momentos de su carrera.
Aun sin llegar a cuajar en el superclase que quisimos adivinar en aquel geniecillo precoz, Muniain es un jugador diferencial en un equipo más inclinado a la intensidad del colectivo que al talento individual. Le sigue gustando el balón, a veces en exceso, y no ha corregido carencias como el golpeo, pero ha sido y es uno de los fijos para todos los entrenadores que le han dirigido. Si algo le caracteriza es que nunca se esconde y que reacciona a cada fallo intentándolo de nuevo con idéntica determinación.
El gesto de firmar su contrato sin cláusula de rescisión supuso un primer cambio en la percepción del aficionado. De hecho Muniain es el único que ha permanecido en el Athletic de los de aquella famosa foto en la que posa en una mesa junto a Herrera, Javi Martínez, Amorebieta y Llorente. Su fidelidad a los colores ha ido creciendo con el paso del tiempo y aunque algunos sectores de la afición le sigan negando, lo cierto es que Muniain lleva camino de convertirse, en todos los sentidos, en el icono del Athletic moderno.
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