Una reacción por todo lo alto
Análisis ·
El Athletic tuvo la fortuna de que el partido «definitivo» lo jugaba contra el equipo de Pacheta, aquí el Valladolid, aquí un amigoAnálisis ·
El Athletic tuvo la fortuna de que el partido «definitivo» lo jugaba contra el equipo de Pacheta, aquí el Valladolid, aquí un amigoEl Athletic le debe un regalo al Valladolid. El equipo de Pucela fue la última víctima de los rojiblancos en los felices tiempos antes del Mundial. Aquellos tres puntos dejaron a los de Valverde en la cuarta posición y todos nos las prometíamos muy felices. ... Después llegaron el desconcierto y el desencanto y el equipo se fue deslizando por la tabla hasta llegar a esa zona en la que uno no sabe si hay que seguir mirando arriba o conviene empezar a ver qué hacen los de abajo.
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La cosa había llegado a tal extremo que Valverde llegó a calificar la visita al José Zorrilla como un partido «definitivo». Conociendo la mesura del técnico ante los micrófonos, su mensaje sonó como la sirena del camión de los bomberos. A la vista de sus efectos está claro que sus jugadores captaron el mensaje y corrieron raudos a apagar lo que todavía era un conato de incendio, aunque ya empezaba a oler a chamusquina en el ambiente. El Athletic tuvo la fortuna de que el partido decisivo lo jugaba contra el equipo de Pacheta, aquí el Valladolid, aquí un amigo. Hacía tiempo que no veíamos un equipo tan amable en defensa, una invitación constante, imposible de rechazar hasta para unos delanteros que llevan tiempo enemistados con las musas del fútbol. Había que ser muy torpe para no aprovechar tantas facilidades.
La verdad es que los rojiblancos mostraron una cara muy distinta a la que se les ha visto en las últimas salidas. Se veía un equipo que, de verdad, quería ganar, con sus limitaciones y sus errores, pero con una determinación que merecía premio. Las visitas a Zorrilla evocan el frío del otrora estadio de la pulmonía, estrenado precisamente por el Athletic hace cuatro décadas, a partidos áridos, mesetarios y, generalmente aburridos. Este viernes no ha habido nada de eso. Hubo lluvia y futbol de ida y vuelta, caótico por momentos, sobre todo hasta el descanso. Fue uno de esos choques que gustan al espectador neutral, atacan los nervios de los respectivos seguidores y dejan a los entrenadores preguntándose qué han hecho ellos para merecer eso, con lo bien controladito que les había salido el partido en la pizarra.
Viejo pleito con el gol
Poco a poco la ida y vuelta se fue convirtiendo en un solo ida para el Athletic, fundamentalmente porque su bien coordinada presión arriba puso en evidencia a un Valladolid con muy poquitos recursos más allá de buscar la espalda de los laterales con pases largos. Poca cosa para el grupo de Valverde gracias a la solidez de sus centrales y el trabajo a destajo en el centro del campo que permitía recuperaciones rápidas. Sancet se erigió entonces en el faro del equipo, robando, conduciendo y distribuyendo siempre con acierto al compañero mejor colocado. Las carreras de Iñaki Williams hacían el resto para terminar de descomponer a una defensa muy endeble de por sí.
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Quedaba por conocer cómo iba a resolver el Athletic su viejo pleito con el gol. Y hasta en eso tuvo el punto de fortuna que le ha venido faltando en los últimos tiempos. Si ya es noticia que el Athletic marque a balón parado, que lo haga Iñigo Martínez lleva asunto a primera plana. Hay que decir que hubo un rebote afortunado, pero vaya, tampoco está de más que esas cosas pasen a veces a favor. Que Guruzeta fuera el autor del segundo tanto solo podía ser una señal inequívoca de los astros al tiempo que reforzó los lazos de amistad con el Valladolid. Sus últimas dianas también fueron contra este equipo; los blanquivioleta han sido las víctimas de tres de los seis goles que ha anotado el delantero.
Con ventaja amplia, el rival rendido y los astros alineados a favor, solo quedaba disfrutar. Pero con el Athletic nunca estás a salvo de un susto. Menos mal que los hados eran favorables y el rival era el Valladolid. Su amago de resurrección, gracias a un gol como de cine cómico, solo duró tres minutos, el tiempo que tardó en cometer un penalti que no necesitaba ni la intervención del VAR. Vesga sentenció definitivamente antes de un nuevo parón que nos permitirá seguir especulando con las posibilidades europeas.
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