Pasan las temporadas en el Athletic, pasan los entrenadores y la duda permanece

Después de un mes de enero entre pésimo y nefasto en la Liga, el cambio de mes ha traído un cambio de tendencia aunque solo sea en la cosecha de puntos: seis de nueve que le han permitido al Athletic reengancharse al grupo que está en la pelea por Europa, lo que no es poco porque la inercia anterior le estaba condenando a dar por terminada la temporada antes de la primavera. Los fallos de sus competidores están ayudando mucho a mantener la esperanza. Entrar en Europa está caro, como dice Valverde, pero a la vista de cómo está el mercado, sigue al alcance del bolsillo del Athletic.

Que a estas alturas del curso el entrenador tenga que seguir probando alternativas en el centro del campo para conseguir un equipo fiable apunta a que la versatilidad de la plantilla no coincide con su amplitud en términos numéricos. Al final todo gira en torno a si Valverde puede encontrar una alineación con suficientes recursos ofensivos sin perder su solvencia defensiva. El problema es que nada de esto es nuevo. El primer tiempo del Metropolitano nos mostró un bloque bastante equilibrado que, sin embargo, no tuvo la suficiente solvencia para mantener el nivel en la segunda parte; otro tema para alimentar el debate.

Es inevitable la sensación de déjà vu que provoca la andadura de este Athletic. La imagen del hámster girando en la rueda sin descanso es la que mejor retrata estos últimos años. Por muchas vueltas que le demos al asunto, siempre acabamos en la misma eterna discusión sobre si la capacidad real del equipo coincide con la capacidad que queremos creer que tiene.

Pasan las temporadas, pasan los entrenadores y la duda permanece. Desde aquella afirmación de Gaizka Garitano, «la Primera está muy difícil para el Athletic», hasta el anuncio de que Europa es el objetivo irrenunciable con el que arrancó oficialmente esta temporada, media un trecho demasiado grande cuando hablamos de una plantilla que matiz arriba, matiz abajo, es bastante similar en líneas generales y cuyo denominador común es su falta de regularidad.

En el fútbol el marcador es tan determinante que condiciona tanto el análisis como la crítica. De nada valen esos postulados que defienden el valor del camino por encima de la meta o las apelaciones a los méritos contraídos a lo largo de los noventa minutos. El aficionado medio es más de prosa que de poesía y siempre elegirá los tres puntos como pájaro en mano, que son los que quedan reflejados en la clasificación, porque todo lo demás se olvida incluso antes del siguiente partido. Sin ir más lejos, el choque de este domingo se estaría viendo ahora con otros ojos si hubiera acabado en tablas, un desenlace que no era nada descartable tal y como se estaba desarrollando el partido hasta el fatídico gol de Griezmann.

Las estadísticas y la sobreabundancia de datos solo sirven, en la mayoría de los casos, para seguir buscando la cuadratura del círculo cuando no para usar los números en apoyo de una idea preconcebida. Se vuelve a recordar, por ejemplo, que el Athletic sigue sin ganar a ninguno de sus predecesores, salvo al Rayo. Bueno, teniendo en cuenta quiénes son, tampoco parece un dato tan extraordinario. A lo mejor nos daríamos con un canto en los dientes si este equipo que se considera aspirante a entrar en Europa consiguiera ganar a los que le suceden en la tabla. Al Girona el próximo domingo, sin ir más lejos.