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La derrota del Athletic en el Metropolitano es una historia conocida. El nuevo campo del Atlético ha heredado el espíritu del viejo Manzanares y los partidos con final triste se suceden para un Athletic incapaz de superar esta especie de maldición. Doce temporadas lleva ya ... sin ganar en el feudo colchonero. Una vez es un árbitro que decide prolongar el tiempo hasta que el equipo local logra el gol del empate, otra es el suplente que quiere reivindicarse y suelta su partido del año o, como este domingo, es el delantero titular que lleva diez partidos sin ver puerta hasta que comparece el Athletic. Si ese delantero se llama Griezmann no nos puede extrañar que llegue puntual a su cita con el gol, postpuesta durante tanto tiempo, precisamente cuando enfrente está el equipo rojiblanco.
Tal y como se estaba desarrollando el partido estaba claro que era uno de esos choques que se suelen decidir en una jugada aislada y, conociendo a los protagonistas, estaba bastante claro que si esa jugada decisiva llegaba a producirse ocurriría en la portería del Athletic. Tampoco hay que ser un profeta para alcanzar semejante conclusión. Basta con tener un poco de memoria, observar y cruzar los datos.
Si hasta el descanso el Athletic había proyectado la imagen de un equipo sólido en defensa y ambicioso en el ataque, la segunda parte nos trajo un inesperado giro de guion. El equipo que tanto prometía en la primera parte, empezó a venirse abajo a ojos vista. No empezó mal, con aquel mano a mano de Nico Williams ante Oblak, pero a medida que pasaban los minutos, la teoría de la jugada suelta en el área rojiblanca tomaba más cuerpo hasta que se materializó en el tramo final, cuando Griezmann recogió un balón que disputaron Memphis y Vivian en el centro del campo, para enfilar el área y batir a Agirrezabala.
Como no podía ser de otro modo, el balón acabó en la red a partir de una jugada que parecía inocua. Pero es que el Athletic ya había comprado demasiados boletos como para que no le tocara esa lotería. El equipo de Valverde era como uno de esos artefactos que está con la batería baja y la luz intermitente empieza a avisar de que se puede apagar en cualquier momento. Funcionaba a tirones cada vez más espaciados. Después del apagón el técnico ya no dio con la forma de resetear y, a pesar de los cambios, los últimos minutos se jugaron a beneficio de inventario, sin que se pudiera percibir el mínimo síntoma de reacción para evitar un nuevo fracaso en el estadio colchonero.
Valverde puede extraer una lección y una conclusión de un partido que, además, plantea un interrogante como la copa de un pino. La lección es que puede alinear un bloque equilibrado para que el equipo puede ser tan sólido en defensa como incisivo en el ataque. Hasta el descanso el Atlético apenas pudo dar más señales de vida que un mano a mano que Julen Agirrezabala resolvió muy bien ante Carrasco. Por el contrario, fue el Athletic el que mantuvo casi siempre la iniciativa del juego y el que, sin obligar a Oblak a grandes intervenciones, eso es cierto, estuvo rondando el área contraria dando sensación de peligro incluso en los saques de esquina, lo que no deja de ser una noticia. Bastó con que Sancet enredara en los alrededores de la media luna del área. Lástima que el navarro no encontrara demasiada colaboración para terminar lo que empezaba.
La conclusión es que el Athletic dispone de un portero de garantías para la Copa. Julen Agirrezabala volvió a demostrar con creces que es un guardameta en el que se puede confiar sin ningún género de duda. Que el suplente de la Liga sea el titular este domingo porque el titular de la Liga va a volver a ser suplente en la Copa es un bonito trabalenguas que tenemos que agradecer a estos tiempos modernos del fútbol en los que la sorpresa siempre nos espera a la vuelta de cualquier esquina.
El interrogante que Valverde deberá resolver cuanto antes es por qué un equipo que es capaz de jugar unos primeros cuarenta y cinco minutos tan sólidos, puede desmoronarse como lo hizo el Athletic tras el descanso. Pero ésta es una de esas preguntas que no suelen tener una respuesta sencilla.
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