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El Athletic estuvo dos minutos en Europa. El tiempo que medió entre los goles de Sancet en el Bernabéu y de Budimir en el Sadar. Evidentemente no puede servir de consuelo, ni siquiera de triste consuelo ante las negras perspectivas con las que comenzó la ... jornada. Había que ganar en casa del Real Madrid, algo que no ocurría desde hace dieciocho años y Osasuna tenía que perder una oportunidad histórica en su propio campo. Una combinación tan improbable que, efectivamente, no se produjo salvo durante esos dos minutos ya comentados.
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El Athletic es el equipo de las oportunidades perdidas, campeón de la decepción y vencedor indiscutible en la carrera de los despropósitos. En el Bernabéu, sin ir más lejos, pudo ganar con comodidad a un rival que estaba de vacaciones, concentrado en hacer más brillantes las despedidas anunciadas. Solo había que observar cómo se empeñaron los blancos durante todo el primer tiempo en conseguir que Benzema marcara su último gol. Terminó lográndolo desde el punto de penalti y, acto seguido, abandonó el campo.
Para entonces el Athletic había disfrutado de ocasiones más que suficientes para sentenciar el partido. Courtois estaba siendo de lejos el mejor de su equipo, pero los rojiblancos volvieron a interpretar a su manera aquella máxima de Luis Aragonés: fallar, fallar y volver a fallar. No es cosa de señalar a uno o a otro a estas alturas, porque no es ningún secreto que esa falta de puntería ha sido la que ha vuelto a condenar a los rojiblancos.
No cabía dudar de la actitud de los de Valverde ante una misión que era casi imposible. Entraron mejor al partido, se beneficiaron del ritmo de paseo del Real Madrid y hasta tuvieron la inmensa fortuna de que el árbitro señalara un penalti insólito contra el equipo de casa.
Courtois pudo con Vesga en el reto de los once metros, pero a la vuelta del vestuario Sancet acertó con la red a la segunda. De no mediar el penalti de compensación o si los rojiblancos no se hubieran empeñado en hacer puntería contra el cuerpo del portero, el Athletic hubiera cortado su racha de dieciocho años sin ganar en el Bernabéu. Pero ni por esas. No le quedó ni el triste consuelo de conseguir la que hubiera sido su victoria más amarga.
El Athletic luchó hasta el final, sí, y hasta tocó la meta con la punta de los dedos durante dos efímeros minutos, pero se equivocarían en el club si utilizaran esta circunstancia como coartada para justificar la temporada, apelando a que el equipo se ha mantenido en la pelea hasta el último minuto. Porque el equipo se tenía que haber salido de la pelea, pero por arriba, muchas jornadas antes de llegar a la última, cuando estuvo rozando el quinto puesto y la séptima plaza se daba prácticamente por descontada. Y no ha pasado tanto desde entonces, cinco semanas y ocho partidos exactamente. Más valdría tratar de encontrar las causas de semejante desfondamiento en el tramo decisivo, que, por cierto, tampoco es nuevo.
De nada vale apelar a la heroica en el Bernabéu y hasta hacer méritos de sobra para ganar en el coliseo blanco, cuando esos tres puntos ya llegaban demasiado tarde. El Athletic no ha logrado el objetivo que proclamaron el presidente, el entrenador y el capitán cuando empezó la temporada. Y no lo ha logrado porque se ha empeñado en perder, una detrás de otra, todas las oportunidades que se le han presentado a lo largo del curso, que no han sido pocas.
Cuando sumas cinco puntos de los últimos veinticuatro no puedes apelar a la mala suerte ni defenderte recordando que has peleado hasta el final. Si con semejante marca llegas al último partido con opciones es que el objetivo estaba de saldo y te has empeñado en subirle el precio hasta hacerlo inalcanzable. Como la historia se viene repitiendo los últimos años, ya deben de quedar pocos compradores de ese argumento de que el equipo ha luchado hasta el final. Y tampoco vale el truquito dialéctico de pasar de que Europa es el objetivo en agosto a que el objetivo es luchar por Europa diez meses después.
El buen partido del Bernabéu, incluso obviando la relajación con la que lo afrontó el Real Madrid, no alcanza ni siquiera para disimular todos los desastres previos. No vale ni como un lavado de cara de última hora, porque terminó reflejando la imagen de un equipo tan incapaz de aprovechar sus oportunidades como capaz de echar por tierra todo su trabajo en un error individual o colectivo. Vamos, que en el Bernabéu no pasó nada que no haya pasado antes en otros campos o en el propio San Mamés. Provoca escalofríos solo recordar cuántos puntos y de qué manera ha regalado este año el Athletic.
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