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Terminar con una cierta sensación de ahogo en la garganta, y no precisamente porque tienes las amígdalas inflamadas, un partido que se podía haber ganado por tres o cuatro goles de diferencia, es una de esas condenas que el seguidor del Athletic asume de toda ... la vida, ¡qué le vamos a hacer! Pero bienvenidos sean estos apurillos si hay final feliz, como en Almería, donde el Athletic ha presentado formalmente su solicitud de pasaporte para Europa.
El equipo de Valverde está atravesando probablemente su mejor momento de la temporada, con cuatro victorias y un empate en sus últimos cinco partidos. Aquella igualada en San Mamés ante el Getafe impide el pleno y, a estas alturas, duele incluso más que cuando se produjo.
El Athletic ahora mismo es uno de los equipos más en forma del campeonato, si no el que más. Las victorias y los puntos no están cayendo por la ley de la gravedad sino porque el equipo tiene juego y ha mejorado su puntería lo suficiente como para rentabilizar sus frecuentes llegadas al área. Como todo es mejorable, en este aspecto también hay margen para un mayor rendimiento, como en este último partido en el que con un poco más de colmillo, el triunfo se hubiera podido adornar con una goleada y todos nos hubiéramos ahorrado un par de minutos de angustia.
Valverde ha dado por fin con la tecla; la alineación se repite con los únicos cambios a los que le obligan las circunstancias de las sanciones y las lesiones, y la maquinaria funciona sin resentirse. Si alguien quiere argumentar que de las últimas cuatro víctimas solo la Real Sociedad está por delante en la tabla, puede hacerlo, pero los objetivos se suelen cumplir precisamente por sumar los puntos que, en teoría, son los más asequibles. Ganar donde hay que ganar es imprescindible y el Athletic ha sabido hacerlo en los campos del Valladolid, el Espanyol y el Almería, consecutivamente.
La derrota del Betis en el Sadar puso al Athletic en una nueva tesitura minutos antes de empezar su partido. Ganar los tres puntos de Almería significan que Europa ya está al alcance de la mano, exactamente a dos puntos de los verdiblancos, que tienen que pasar por San Mamés dentro de semana y media. Los de Valverde dependen de sí mismos lo que de por sí es un cambio significativo en el panorama.
Los leones encararon el partido muy conscientes de lo que se jugaban y su comportamiento estuvo a la altura exigida. El Almería se está jugando la vida en el filo de la navaja, así que arrancó el partido con la determinación de los desesperados. El de Rubi es un equipo efervescente en ataque pero con una defensa que da bastante grima. Este sábado falló hasta el portero, que regaló el primer gol comiéndose el remate de Nico Williams y a partir de ahí, todo resultó mucho más fácil para el Athletic.
Si el primer gol fue un regalo el segundo fue la prueba de por qué el Almería es el segundo equipo más goleado, solo por delante del colista Elche. Que en estos tiempos en los que la tecnología ha desvelado todos los secretos sin dejar prácticamente margen para la sorpresa, te hagan un gol a partir de un saque de banda, dice mucho de la calidad del omnipresente Sancet, autor de los pases que precedieron a los dos goles y de un De Marcos exultante, pero deja a la defensa del Almería en una posición bastante desairada.
Ese segundo tanto debió ser la espita que abriera la goleada, pero ni Guruzeta, que se vació en la presión y abriendo huecos, ni Berenguer, ni Zarraga, otra vez comido por la ansiedad, tuvieron el acierto necesario. Retirado Herrera, sustituto del sancionado Dani García, que completó una hora a buen nivel después de casi tres meses de ausencia, el Athletic se fue acomodando en su ventaja y en la inoperancia de un rival al que estaba abrumando, hasta que, ya en el tiempo de descuento se despertó sobresaltado por un gol que nadie en sus cabales podía esperar a la vista de cómo se estaban desarrollando los acontecimientos.
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