
Una enorme decepción
Análisis ·
Queda confirmado que Osasuna es un dolor de muelas cuando visita San Mamés y el asunto debe de obedecer a alguna cuestión más relacionada con lo esotérico que con el fútbolSecciones
Servicios
Destacamos
Edición
Análisis ·
Queda confirmado que Osasuna es un dolor de muelas cuando visita San Mamés y el asunto debe de obedecer a alguna cuestión más relacionada con lo esotérico que con el fútbolHay partidos a los que los ves venir desde que los jugadores salen del túnel de vestuarios. Algo te dice que la tarde viene torcida ... y te resignas a la idea de merendar un bocadillo de polvorones. El aficionado avisado tiene un sexto sentido, pocas veces se suele equivocar y sus peores augurios se confirman en cuanto el balón se pone en juego. Que al Athletic le fuercen cuatro saques de esquina en los primeros cinco minutos no es algo que ocurra muy a menudo, por ejemplo. Pues bien, Osasuna se fue a la esquina cuatro veces consecutivas en ese lapso de tiempo y a la cuarta, la jugada acabó en un centro que Torró cabeceó a placer en el área pequeña ante la atenta mirada de los defensas y un Simón inmóvil que vio cómo el balón se marchaba rozando el poste.
La decepción fue grande porque esperábamos a un Athletic fresco e inspirado como le hemos visto siempre que ha vuelto de un parón o ha disfrutado de una semana limpia. En este caso coincidían las dos circunstancias, pero el equipo que compareció en San Mamés fue un grupo somnoliento y falto de energía, hasta perezoso en el trámite inicial, cuando, lejos de poner a Osasuna en su sitio de buenas a primeras, le permitió marcar el ritmo y llevar el control del partido hasta acabar de acomodarse.
Queda definitivamente confirmado que Osasuna es un dolor de muelas cuando visita San Mamés, y ahí está la estadística para confirmarlo, pero es que el asunto debe de obedecer a alguna cuestión más relacionada con lo esotérico que con el fútbol. A los navarros les bastó con aferrarse a un cerrojo de manual para inmovilizar a un Athletic abandonado por las musas.
Vicente Moreno plantó una defensa de cinco elementos, con otra línea de cuatro unos metros más adelante. No trajo las vallas del encierro porque el ayuntamiento no se las prestó. Con eso y mucha concentración y trabajo fue suficiente para apagar la inspiración de los Williams y Berenguer, quienes durante toda la primera parte se limitaron a observar cómo sacudían a Maroan ante un árbitro imperturbable que, como siempre ocurre en este tipo de situaciones, enseñó la primera amarilla del partido a Nuñez por una faltita en el centro del campo.
En partidos como el de este domingo el aficionado tiende a buscar culpables que le ayuden a sobrellevar la frustración. Había quien se preguntaba si la empanada inicial, que se prolongó hasta el descanso, no tendría algo que ver con el cambio de hora. Otros señalaban directamente al árbitro como el causante de todos los males y elevaban el tono de la protesta.
Vuelan puntos
Errar es humano, pero echarle la culpa a otro es más humano todavía, dejaron dicho Les Luthiers. Así que San Mamés se empeñaba en buscar responsables ajenos cuando los que cometían errores en serie eran los jugadores del Athletic, incapaces de construir media jugada y, lo que es peor, perdedores en demasiados duelos por déficit de intensidad. Al Athletic se le volvió a atragantar un cerrojo, como le ocurrió ante Leganés y Mallorca, sin ir más lejos, y con los de este domingo, ya empiezan a ser muchos los puntos que vuelan de San Mamés ante rivales a los que, en teoría, todo un aspirante a la Champions debe imponerse en su campo.
Cerradas las bandas y con un atasco monumental por dentro, el Athletic no vio la forma de hincarle el diente a un rival cuyo nivel de convencimiento crecía a medida que corría el reloj sin que pasara nada en su portería. Valverde maniobró tras el descanso y buscó en las piernas de Unai Gómez la energía y la intensidad que no estaba teniendo Prados en un tipo de partido que no era el suyo. El de Bermeo agitó un poco las aguas, pero no lo suficiente como para inquietar a un rival que ya jugaba decididamente con el reloj y abrazaba el empate con fruición. Hay días en los que uno no está para nada, y el de este domingo era uno de esos para el Athletic.
Todos los intentos morían en un error propio, en un fallo grosero o en una decisión incomprensible. Lejos de la épica que requería la situación, en el ambiente terminó flotando una atmósfera de resignación ante lo ineludible, como si se diera por asumido que la tarde ya se había echado a perder antes incluso de que empezara y se aceptara el empate como un mal menor, que ya se sabe que en días como estos tampoco suele ser extraño el rebote desafortunado, o la jugada absurda para que la desgracia sea completa, como a punto estuvo de ocurrir en el último minuto.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Los libros vuelven a la Biblioteca Municipal de Santander
El Diario Montañés
Publicidad
Publicidad
Noticias recomendadas
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.