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«Esto es un espectáculo de masas pero se aleja del fútbol real» dijo Valverde al término del partido del domingo, sin digerir todavía la injusticia de la derrota de su equipo por culpa de una advertencia que llegó desde una dependencia a cientos de ... kilómetros de San Mamés. El entrenador del Athletic se sumaba así a la ya larga lista de profesionales que avisan de la incidencia negativa del VAR en el fútbol.
Cuando el sistema se estrenó en la temporada 2018-19 nos dijeron que venia para acabar con las polémicas arbitrales. Corregiría los errores 'incontestables y decisivos' de los colegiados y favorecería un fútbol más justo. Cuatro temporadas después, las polémicas arbitrales se han multiplicado por dos: las que siguen provocando los jueces en el terreno de juego y las que generan unos árbitros que se visten de árbitros para ver la televisión sentados en un despacho de Las Rozas, que lo mismo avisan a su colega de que el balón ha rozado el brazo de un jugador en el centro del campo, como no ven que otro acaba de zancadillear a un rival dentro del área.
Se podían comprender algunos errores propios de la inexperiencia en el arranque de algo tan novedoso pero, lejos de mejorar, los problemas con el VAR han aumentado con el paso del tiempo hasta el punto de que se puede afirmar que hoy en día su índice de aceptación está en mínimos y crece el número de decepcionados tanto en el terreno de juego como en la grada.
Los cambios de criterio a la hora de juzgar las manos o de decidir cuándo debe intervenir el sistema y cuándo no, desconciertan a jugadores y entrenadores, que confiesan que no saben a qué atenerse cada vez que se les pregunta.
Aunque suene a paradoja, los árbitros son los más perjudicados con la aplicación de un sistema que vino para ayudarles. Su autoridad y su criterio quedan en entredicho en más de una ocasión. Sin ir más lejos, Gil Manzano, su auxiliar en la banda y el cuarto árbitro, vieron la acción entre Muniain y De Jong desde tres perspectivas distintas, todas en un radio de menos de diez metros, y los tres coincidieron en dejar seguir el juego. Se trataba de lo que ahora se define como una jugada gris, de interpretación, en ningún caso de un error flagrante, nadie en el campo vio nada punible, pero intervino el VAR y al colegiado le faltó personalidad para mantener su criterio frente a la pantalla.
El problema irresoluble es que el fútbol es un deporte con un reglamento abierto a la interpretación prácticamente en todos sus artículos. Es la propia esencia de un juego que permite el contacto hasta cierto límite, que tiene en cuenta la intencionalidad del jugador, que relativiza las faltas en función de que el equipo del agredido continúe en ventaja, o que fía el
cronometraje del tiempo de juego al reloj de pulsera del árbitro. Puestos a valorar, hasta se podría discutir sobre qué se considera exactamente un 'error incontestable' que haganecesaria la intervención del VAR.
Las únicas situaciones sujetas a una medición objetiva son las relacionadas con las líneas que delimitan el campo. El balón tiene que traspasarlas por completo para que se produzca un saque de esquina, un saque de banda… o un gol. Y precisamente es lo que en la Liga española no controla el VAR, a pesar de que la tecnología que señala automáticamente el gol ya se ha implantado con éxito en otras competiciones. El VAR no controla las rayas que delimitan el terreno pero anula goles trazando unas líneas imaginarias que no pocas veces hacen honor a su nombre.
No se trata de negar absolutamente la entrada de la tecnología en el fútbol -todo lo que signifique mejora es bienvenido- sino de adecuar su uso a las características de un deporte imposible de medir porque, hasta la fecha, ningún video puede calibrar la intensidad de un empujón o adivinar la intención de un jugador en una disputa. Para eso está el árbitro, un actor imprescindible para el facilitar el desarrollo del juego, al menos hasta ahora.
El fútbol no ha necesitado de nada de esto para ser con todas sus imperfecciones, sus limitaciones y, por qué no, sus polémicas, el deporte espectáculo que más pasiones levanta en todo el mundo. Hablamos del fútbol real al que se refería Valverde el domingo, ese que corre serio peligro de acabar convirtiéndose en otro deporte si sigue por este camino. A estas alturas hay que ser muy militante de la causa para sostener que el VAR lo ha mejorado.
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