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Tal y como se había puesto el partido, el empate sin goles no hubiera sido un mal resultado. Al fin y al cabo el punto hubiera valido para mantenerse a la misma distancia del Betis. Pero ya está dicho y repetido que el Athletic es ... especialista en meter la pata en el momento más inoportuno. Ayer fue a dos minutos del final, cuando una jugada inocua, una salida de balón sencilla, acabó con el balón en punto de penalti tras una falta de entendimiento entre Simón y Yeray, con resbalón del central incluido.
El penalti transformado por Ocampos fue el único remate a puerta del Sevilla de todo el partido. Fue suficiente para que el equipo de Mendilibar, que solo acreditó que se ha transformado en un grupo rocoso, se llevara tres puntos que el Athletic puede acabar echando mucho en falta al final de la temporada.
El penalti en el minuto 88 fue el colmo de la desgracia, pero no fue la única jugada desafortunada para el Athletic en el partido. En otros pagos y con otros protagonistas la jugada del gol anulado a Nico Williams a los ocho minutos daría para cubrir la programación completa de deportes de más de una televisión y para alimentar tertulias sin fin. ¡Qué le vamos a hacer! El VAR ya forma parte del paisaje y si antes discutíamos sobre las decisiones de los árbitros en los campos, ahora hablamos de las decisiones de los árbitros en los campos y en esa especie de oficina siniestra donde se sientan a ver la televisión y a dibujar rayas.
El Athletic marcó dos goles en el primer cuarto de hora, ambos anulados por el invento de marras. El segundo no admite discusión, Guruzeta estaba adelantado. El primero, ya está dicho, daría para hablar de anatomía, de geometría y hasta de metafísica, si me apuran.
Si a este Athletic al que le sigue costando ver portería, le quitas dos goles en el primer cuarto de hora, le planteas un problema de difícil solución: ¿cuántos tenía que marcar anoche este equipo para ganar el partido?
Méritos hizo de sobra, pero en esto los méritos no suelen ser suficientes si no vienen acompañados de buenas dosis de acierto. El dominio por sí solo no basta si no se plasma en el área contraria. El Athletic completó un primer tiempo magnifico, excelente, de garra, agresividad, intensidad y a ratos buen fútbol, mientras Sancet y Herrera se encontraron y los Williams agitaron las bandas. Las constantes subidas de Yuri doblando al extremo hubieran merecido un mayor premio, pero se quedaron en eso, en jugadas meritorias pero inacabadas.
No se les puede reprochar nada a los hombres de Valverde; lo pusieron todo de su parte para llevarse los tres puntos y asaltar la sexta plaza, pero además de la frustración de las dos celebraciones interrumpidas, les faltó esa dosis de fortuna y de acierto para lograr su propósito y les sobró una jugada estúpida que acabó por arruinar todo su esfuerzo.
Como el día de la Copa ante Osasuna, enfrente tuvieron a un equipo duro de pelar, que les igualó en intensidad y que después de una primera parte en la que se vio desbordado por momentos, consiguió equilibrar la contienda manteniendo el balón lejos de su portería y amagando incluso con crear problemas a la zaga rojiblanca. No le hizo falta esmerarse. Al Sevilla le bastó con recoger un regalo.
La deriva que experimentó el partido tras el descanso tuvo bastante que ver con la distinta profundidad de los banquillos. Entre lesiones y sanciones, Valverde tuvo que poner en el campo desde el principio prácticamente todo lo que tenía. Mendilibar dispuso de un margen de maniobra más amplio y antes de que se cumpliera la hora de partido ya había efectuado cuatro cambios que refrescaron a su equipo mientras enfrente los de Valverde acusaban las consecuencias de su generoso esfuerzo y se sucedían las imprecisiones y los errores que acabaron con el último error fatal.
Dadas las circunstancias, el empate hubiera sido el mal menor para el Athletic. Pero, una vez más, al equipo se le escurrió entre los dedos la oportunidad de dar un paso de gigante. No todo está perdido, ni mucho menos, y todavía quedan suficientes puntos en juego como para corregir. Toca hacer de tripas corazón y empezar de nuevo. El equipo tiene suficiente fútbol para conseguirlo como pudimos comprobar durante el primer tiempo. Se trata de corregir la mala costumbre desperdiciar las oportunidades cuando se presentan.
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