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Luis Aragonés fue el autor de la teoría que sostiene que lo más importante en una epopeya de diez meses como la Liga es llegar ... bien colocado a los últimos diez partidos. Según Luis, es ahora, cuando el curso ya ha cumplido veintiocho de sus treinta y ocho jornadas, el momento de fijar objetivos. Pues bien, el Athletic encara este sprint final con ocho puntos de ventaja sobre sus inmediatos perseguidores: el Villarreal, con un partido menos, y un Betis que ha alcanzado una estimable velocidad de crucero en las últimas semanas. Ocho puntos no son una distancia insalvable con treinta en juego, pero suponen un hueco más que importante, nada menos que de tres victorias en diez partidos. Pero, además de la aritmética, entran en la ecuación el juego y las sensaciones y no hay duda de que el Athletic es, además del mejor colocado, es el que parece más solvente a estas alturas, como certifica su victoria ante el Sevilla.
Los de Valverde salieron del túnel de vestuarios del Sánchez Pizjuán sesenta y siete horas y cuarenta y cinco minutos después de que cantaran el txoria txori con la grada de animación tras eliminar a la Roma. ¿Alguien ha oído algún ultimátum o algún lamento por poner en peligro la salud de los jugadores? A nadie se le escapa que el partido de Sevilla estaba muy condicionado por el choque europeo del jueves anterior, y los puntos que disputaba el Athletic eran igual de importantes que los que se jugaban todos los demás. Valverde tuvo que recurrir a su fondo de armario, nada menos que ocho cambios, para afrontar un partido más que comprometido ante un rival en alza y en un escenario tradicionalmente maldito.
El técnico tenía un plan y le salió a la perfección, incluso después de desperdiciar un penalti en el último minuto de la primera parte. Valverde armó un equipo con más músculo que inspiración, para ganar tiempo y jugarse el partido en la última media hora. Era una estrategia arriesgada, pero no cabía otra incluso teniendo en cuenta el parón de este fin de semana.
Europa deja plomo en las piernas y es necesario recurrir a las que están menos cargadas. Basta repasar los datos. El Athletic había ganado un partido, perdido otro y empatado las siete restantes citas post competición continental. Incluso sumar un punto en el Sánchez Pizjuán hubiera podido darse como bueno. Pero este Athletic tiene recursos, ambición y, sobre todo, un profundo convencimiento de que es capaz de conseguir todo lo que se proponga, o casi. Gobernó siempre el partido como mejor le convenía, manteniendo a raya a un Sevilla quizá demasiado preocupado por lo que tenía enfrente, aunque los hechos confirmaron que tenía razones para moverse con tanta cautela.
El triángulo con Prados y Vesga en la base y Unai Gómez en el vértice anunciaba un fútbol más de corte que de confección, pero fue suficiente para desarmar a un Sevilla que jugó siempre mirando por el retrovisor, fiándolo todo a la inspiración de Lukebakio o la capacidad interpretativa de Ejuke en el escenario del área. Poca cosa para quebrar un bloque tan sólido como el del Athletic. Un disparo de Berenguer al larguero y el penalti fallado por Vesga fueron lo más destacado hasta el descanso, lo que podía interpretarse como una buena noticia o como la confirmación de que en este campo al Athletic siempre le pasan cosas raras.
El partido dio un giro cuando Valverde, continuando con su plan, cambió toda la estructura central a falta de media hora. Entraron dos peloteros como 'Jaure' y 'Galaxy' en la base, y Berenguer pasó al vértice, sustituido Unai Gómez por Nico Williams. La posterior entrada de Maroan fue otro susto para un Sevilla que seguía moviéndose con tanta prevención que no veía la manera de acercarse a la portería contraria.
El premio a la ambición del Athletic fue el castigo a la cautela del Sevilla. Después de pasarse todo el partido sin arriesgar un pase, los de García Pimienta fueron a encajar un gol en una falta lateral horriblemente defendida en la que entraron solos al remate Maroan y Yeray, mientras dos defensores sevillistas se marcaban mutuamente cinco metros a su espalda.
Para confirmar que este Athletic merece todo el crédito, esta vez hasta supo jugar los diez minutos que quedaban con la cabeza fría y sin hacer alguna de esas tonterías que tan caras se pagan, amarrando una de esas victorias que marcan el rumbo del resto de la competición. La visión de Iñaki Williams reteniendo el balón en el banderín de córner fue el último sello en el certificado de solvencia de este equipo.
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